Hace unos días diversos medios electrónicos e impresos dieron cuenta de la denuncia del periodista Mikkel Jensen, quien de forma cruda relató el homicidio masivo de niños de la calle en Brasil, a fin de “limpiar” las calles de algunas de ciudades y dar una buena impresión a los millones de turistas que arribarán en unas semanas a dicho país con motivo de la Copa Mundial de Futbol.
Jensen realiza una serie de señalamientos de los cuales le comparto las siguientes líneas tomadas de notus.com.mx, y que son las más contundentes:
“En marzo estuve en Fortaleza para conocer la ciudad más violenta de todas las sedes de la Copa del Mundo. Hablé con algunas personas que me pusieron en contacto con niños de la calle y luego supe que algunos habían desaparecido. A menudo, los matan por la noche, cuando están durmiendo en una zona donde hay muchos turistas. ¿Por qué? ¿Para dejar limpia la ciudad para los extranjeros y la prensa internacional? O sea, ¿por mi culpa?”.
Como los señalamientos de Jensen alcanzaron difusión mundial, el gobernador de Fortaleza tildó de criminal la acusación y negó que haya registro oficial de lo denunciado. No obstante lo anterior, la respuesta de las autoridades brasileñas ha sido calificada de tibia e insuficiente por la opinión internacional.
No es para menos el escepticismo internacional frente a las declaraciones y postura oficial de las autoridades brasileñas en relación al homicidio masivo de niños de la calle.
A principios de 1991, el periódico El País titulaba así una nota espeluznante: “Los ‘escuadrones de la muerte’ asesinaron a 445 niños en Río de Janeiro durante 1990”.
En aquél entonces se describió una serie de rasgos característicos de la matanza de niños y adolescentes de la calle: manos atadas a la espalda, huellas de tortura y el llamado “tiro de gracia”.
Por aquellos años activistas brasileños de los derechos de la infancia denunciaron el perfil de los integrantes de los llamados “escuadrones de la muerte”: militares y policías en retiro y en activo, pequeños comerciantes, narcotraficantes, así como funcionarios judiciales de diversos rangos.
Después de una investigación especial, se descubrieron 15 grupos de exterminio y a 59 integrantes, pero sólo dos personas fueron procesadas.
Tal vez uno de los pasajes más crueles en la ejecución de niños de la calle en Brasil, fue el que se presentó el 23 de julio de 1993 cuando 50 niños y niñas que dormían en la escalinata de la iglesia de Candelária de Río de Janeiro fueron acribillados por sujetos que posteriormente se supo eran policías militares.
Un mes después otro escuadrón de la muerte acabó con 21 residentes de la favela de VigárioGeral, de Río de Janeiro.
Como se puede ver y después de revisar brevemente algunos antecedentes relacionados con la ejecución de niños de la calle, encontramos elementos que hacen suponer la existencia de redes ocultas de complicidad y poder, que podrían confirmar la veracidad de la denuncia de Mikkel Jensen, porque en ciertos cinturones regionales brasileños se están conjuntando condiciones en sí violentas: pobreza, odio, impunidad, narcotráfico… y los niños son las principales víctimas de todo esto.
En los homicidios a niños de la calle en Brasil confluyen características que podrían tipificarse de lesa humanidad, como lo establece el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, a saber: asesinato, exterminio, tortura y violación.
Vale la pena que asuntos como éste no pasen invisibles ante el jolgorio de la próxima Copa Mundial de Futbol.