Lo anterior no debe verse únicamente bajo la óptica del proyecto presidencial, que goza por cierto de cabal salud, sino en la estrategia que busca que el morenovallismo sea la fuerza política que gobierne Puebla por los próximos 25 años y ocho meses.
Así como lo lee.
Al igual que los marinistas en su época, las huestes del gobernador hacen ya cálculos alegres sobre el tiempo en el que estarán en lo más alto del poder local.
Y para siquiera pensar que la calentura de perpetuarse en el Olimpo puede convertirse en realidad, tienen que dar el primer paso: imponer a un incondicional en la mini-gubernatura.
Para eso es fundamental tener el control del CEN.
A falta de un grupo político confiable amplio, Moreno Valle busca, a como dé lugar, que José Cabalán Macari sea el candidato.
Se trata del miembro más importante y de mayor confianza en el círculo cercano al gobernador y a la vez, el que menos cumple con los criterios de rentabilidad electoral necesarios como para ganar la elección.
A pesar de eso, el primer obstáculo que tendrá que sortear el hoy Secretario de Infraestructura es su absoluta falta de arraigo entre militantes y simpatizantes del PAN, el partido más importante de la alianza con la que el morenovallismo competirá en el 2016.
Mandar a Cabalán a una elección interna sería un auténtico suicidio político, por lo que es necesario un CEN a modo, que emita a su vez una convocatoria ad hoc que contemple la elección del candidato por la vía de la imposición.
No hay otra.
En un escenario distinto al de la reelección de Madero, lo anterior resultaría impensable y desde Casa Puebla se tendría que pensarse ya en un Plan B.
Una victoria opositora desataría las ansias revanchistas de un panismo ortodoxo poblano que no sólo ha sido desplazado y desactivado en lo político, sino al que no se le han cumplido compromisos pactados desde hace tiempo.
Ahí, Moreno Valle tendría que echar mano de algún panista “de cepa” que a la vez no resulte incómodo a sus intereses.
La baraja se reduce y a la vez bajan las posibilidades de sentar las bases del “nuevo maximato”.
También el proyecto personal del gobernador se vería afectado si Madero no gana el proceso interno.
Cada vez parece más evidente el hecho de que intentará llegar a Los Pinos hasta el 2024 y que negociará, en vez de enfrentar, al gobierno federal.
Para que la negociación sea efectiva, necesita el control absoluto del PAN.
No ir como candidato siendo la mejor carta del panismo genera un factura que tendrá que cobrar, adentro y afuera del partido.
Después de los 20 meses de Madero, imponer a alguien cómodo en la dirigencia del partido y desde ahí garantizar el primer lugar en la lista de candidatos al Senado por la vía plurinominal no suena nada mal.
De lograrlo, hay nada más un paso hacia una candidatura presidencial que, después de dos períodos consecutivos de gobiernos federales emanados del PRI, tiene mucho más posibilidades de resultar ganadora.
El castillo de naipes se derrumbaría estrepitosamente si la mayoría de los panistas optan por el cambio.