Ahí, Rafael Moreno Valle contó que su primer acercamiento con Gordillo Morales lo tuvo por órdenes directas del entonces gobernador Melquiades Morales Flores.
Era la recta final del sexenio del poblano y el inicio de los tiempos del PRI dividido por el feroz enfrentamiento entre Gordillo y Roberto Madrazo por el control del partido.
Melquiades, siempre institucional, había seguido al pie de la letra la orden de operar la cargada del priismo poblano a favor del tabasqueño, pero quería tener capacidad de interlocución y presencia con el grupo político de Elba Esther.
Para lograr lo anterior, utilizó a su entonces Secretario de Finanzas.
La química fue instantánea.
Como un auténtico encantador de serpientes, Moreno Valle supo ganarse los afectos y la confianza absoluta de la líder magisterial.
Y entonces llegó el 2005.
Agosto, para mayor precisión.
La pelea Gordillo-Madrazo al interior del PRI ocupaba las primeras planas de los diarios nacionales.
El tabasqueño acababa de renunciar a la presidencia del CEN del PRI para participar en el proceso interno contra Arturo Montiel y buscaba desesperadamente apoyos para convertirse en el candidato presidencial.
Elba Esther, por estatutos, había brincado de la secretaría general a la presidencia del partido y desde ahí hacía todo lo posible por frustrar el sueño político de Roberto.
Los madracistas intentaban reformar los estatutos para limitar la presidencia de Elba Esther a 60 días.
Los elbistas peleaban por tener el control absoluto del partido
La feria de deslealtades y la exigencia de hacer públicas las adhesiones estaban a la orden del día.
En Puebla, los apoyos oficiales a Madrazo, desde el recién estrendo gobierno de Mario Marín eran descarados.
Moreno Valle era entonces diputado priista, presidente de la Gran Comisión del congreso del estado.
A pesar de su cercanía con Elba Esther, su futuro político dependía en ese entonces de los acuerdos con el gobernador.
Marín ejerció presión para que Rafael apoyara públicamente a Madrazo.
A cambio, prometió la candidatura al senado en la primera posición.
Moreno Valle no tuvo otra opción.
Lejos de protagonizar una traición contra su aliada y madrina política, decidió darle los pormenores de la negociación con Marín y así evitar malos entendidos.
El entonces diputado le dejó bien claro que si bien su corazón estaba con ella, su futuro y su carrera política se quedaban en Puebla y que iban de la mano con el proyecto de Mario Marín.
Meses después vino la traición de Marín, la renuncia de Moreno Valle al PRI y su inclusión en la oferta política de Acción Nacional.
Se detonó el escándalo por las grabaciones de las conversaciones entre Marín y Kamel por el tema Lydia Cacho y vino la catástrofe electoral del PRI, que se convirtió en la tercera fuerza política nacional gracias al penoso desempeño de Madrazo como candidato.
Al mismo tiempo, Rafael Moreno Valle arrasaba en la disputa por el Senado y se convertía de facto en el candidato natural del PAN a la gubernatura del estado, la que ganaría fácilmente cuatro años después, gracias a la operación electoral del magisterio.
Hoy, la coyuntura obliga a un nuevo distanciamiento de la figura de Elba Esther.
Este, sin embargo, es mucho más real que mediático.
No fue casual que el deslinde del gobernador poblano haya dado en la presencia de un funcionario del gobierno federal.
El nombre de Elba Esther, más que el de Mario Marín, se convirtió en prohibido en la entidad.
No lo mencionan ni por casualidad aquellos que le deben todo a la Maestra.
Los mismos que en el marco del segundo informe del gobernador poblano paseaban orgullosos de su brazo y le buscaban la cara para la consabida foto.
Es más, al momento de escribir estas líneas, Rafael Moreno Valle es anfitrión del verdugo de quien fuera su madrina política.
Pero, ¿quién carajos se acuerda de eso?