Padres solteros, parejas sin hijos, personas viviendo en unión libre o sólo compartiendo la misma habitación, son familias que emergen en el panorama socio-cultural de México ante una sociedad que pareciera no reconocerlo, y que por el contrario, sólo admite la estructura tradicional: papá, mamá e hijos viviendo bajo el mismo techo, como el único estilo de vida familiar válido.
Académicas de la BUAP reflexionan en torno a esto y sobre la diversificación de la estructura familiar tradicional que comenzó a visibilizarse hace apenas diez años. Actualmente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reconoce estas adaptaciones y propone una tipificación para el caso de México: las familias nucleares, ampliadas, compuestas, unipersonales y de corresidentes son las nuevas estructuras del escenario social actual.
Daniela Dávila García, académica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (FDCS) de la BUAP, señala que la familia tradicional ha sido promovida por el Estado, la educación y la Iglesia y es reforzada por los mismos núcleos tradicionales: “el sector político incide a través de estos aparatos que insertan ideas sobre lo que debe ser la familia y ahí mismo se reproduce no sólo la especie, sino un conjunto de ideologías morales”.
Sobre la aparición de nuevas estructuras que han tenido una relativa tolerancia en México, comenta que han sido adoptadas, propagadas y reconfiguradas por el constante proceso de evolución y adaptación del ser humano; “todo se da en un ejercicio de ensayo y error”.
“La familia no está en crisis, sólo está cambiando”
De acuerdo con el INEGI, la familia es el ámbito en donde los individuos nacen y se desarrollan, así como el contexto en el que se construye la identidad de las personas por medio de la transmisión y actualización de los patrones de socialización.
Dávila García ha estudiado a la familia en la sociedad moderna y en su transición hacia el postmodernismo. Señala que desde una mirada sociológica, la familia es una construcción social que el ser humano reconfigura y revalora conforme pasa el tiempo.
“En una sociedad moderna se pueden encontrar destellos de personas interesadas en crear y establecer familias que persiguen lo que la sociedad ha establecido”, en cambio, “en una sociedad postmoderna el ser humano, al ser un ente individualizado, no le interesan metas y objetivos a largo plazo, todo es inmediato”.
Para la Investigadora la familia no sólo representa vínculos consanguíneos, “se construye por las relaciones sociales y afectivas entre individuos, de aquí surgen las nuevas formas”. Comenta que ahora se establecen vínculos de solidaridad y confianza que han superado la noción de conservación de la especie, como en el caso de las familias homoparentales. “La familia no está en crisis, sólo está cambiando”.
Dávila García dice que en Puebla ya no existen familias con un solo patrón, pues sus características multiculturales como la etnia, tradiciones, lengua, religión y género, han ocasionado una gran diversificación.
Sobre los jefes de familia (quienes proveen sustento a las mismas), el INEGI señala que en 2010 un 25 por ciento de los hogares poblanos tenían a una mujer como jefe. Aunque ya hay familias no tradicionales, de acuerdo al mismo Instituto, 64 de cada 100 hogares mexicanos seguían siendo del tipo nuclear (formados por el papá, la mamá y los hijos o sólo la mamá o el papá con hijos; una pareja que vive junta y no tiene hijos también constituye un hogar nuclear). De estos, 7 de cada 10 jefas de hogar eran solteras, separadas, divorciadas o viudas, mientras que el 94.4 por ciento de los jefes (hombres) eran casados o unidos.
Los mismos hogares nucleares se han diversificado sin un reconocimiento relevante del sector público. Son los académicos y el bloque empresarial quienes han dado respaldo a estos nuevos estilos de vida dándoles una mayor visibilidad en nuestro país.
Nuevas tendencias de consumo, nuevas familias
María del Carmen Tenorio Contreras, académica de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCCom) de la BUAP, especializada en estudios de mercadotecnia, señala que las personas responsabilizan a los empresarios de establecer nuevos patrones de vida familiar a través de los mensajes masivos publicitarios o productos culturales de gran consumo que se promueven en el cine, la televisión o la música.
Sin embargo, para ella no es así: “estoy convencida de que la mercadotecnia no obliga a adoptar patrones, todos tenemos una parte volitiva (voluntad para adaptar o no alguna tendencia). Los mercadólogos investigan acerca de las nuevas formas de consumo y comportamiento familiar para generar, con base en ello, servicios y productos que satisfagan lo que esta nueva dinámica requiere”.
Opina que en la sociedad se van identificando liderazgos que sirven de referencia a significativos grupos de población: “al aparecer nuevos líderes de opinión se pueden investigar patrones de conducta para cubrir las necesidades emergentes”, a partir de aquí estas familias tienen mayor visibilidad.
De acuerdo con Tenorio Contreras, las familias postmodernas tienen influencia del contexto, “los patrones cambian; en México los estilos y jornadas de trabajo, así como la inestabilidad económica, han hecho que los hábitos de vida se modifiquen. La diversificación familiar corresponde a ello pues se van demandando otros tipos de condiciones de vida”.
A partir de estas influencias sociales la mercadotecnia reconoce y cubre las necesidades de aceptación y reconocimiento de las nuevas familias. “En el pasado las familias eran grandes, había productos como vajillas para 8 o 12 personas. Ahora son para dos personas pues corresponde a que las familias están teniendo menos integrantes”, considera Tenorio Contreras.
Los cambios de valores familiares –apunta- tienen un gran impacto:
“Vivimos en una aldea globalizada, estamos en el concierto mundial, tenemos nuevas medidas económicas, vivimos bajo la influencia de nuevas políticas administrativas; el tamaño de las ciudades y sus densidades cambian; por ello, las familias tienen que cambiar y lo han hecho al punto de tener que ser reclasificadas”.
Las nuevos nichos familiares que se reconocen son las nucleares, nucleares ampliadas, familias reconstituidas, parejas sin hijos, familias de nido vacio, parejas del mismo sexo, corresidentes y familias unipersonales. De acuerdo con el INEGI, en 2010 el promedio de miembros de una familia fue de cuatro integrantes.
“Las sociedades se van adaptando, lo que se ve en los medios forma parte de ello. Para un mercadólogo, la familia es el núcleo primario donde aprendemos a consumir; los hábitos de consumo actuales y los mensajes que motivan a la compra, son el resultado de este proceso”, comenta.
El individuo, ser gregario
No obstante, para María Guadalupe Curro Lau, investigadora de la FCCom de la BUAP, el desmembramiento de la estructura nuclear tradicional (que permite la adopción de las nuevas formas familiares) se debe precisamente a la instauración del divorcio, “antes era de decisión, ahora es de adquisición, casi como producto”.
La Investigadora señala que los nacidos a partir de los años ochenta crecen con ideas diferentes: “son hijos que viven con padres divorciados y que tienen la idea de casarse con la posibilidad eventual del divorcio si el matrimonio no funciona”.
Las nuevas generaciones, los jóvenes del nuevo milenio, nacen con la idea de que la familia no es esencial y esto “trae como consecuencia que lo sujetos sean más individualistas, egoístas, poco altruistas y no piensen en el entorno social. Una familia permite que sus miembros piensen en los otros”, agrega Curro Lau.
Sin embargo reconoce que actualmente el individuo tiene un mayor nivel de independencia emocional, física y económica que permite el desapego hacia las cosas, por lo que advierte: “debemos tener cuidado, la familia y los valores no son desechables”.
Curro Lau admite también que las familias se diversifican por otras razones: “los parámetros sociales nos empujan a vivir de ciertas maneras y por ello intentamos adaptarnos a las nuevas estructuras para poder cubrir las relaciones parentales que el ser humano no puede dejar, aunque no es obligación, no podemos dejar de tener afectos”.
En su opinión, el ser humano retornará a un proceso de integración familiar: “el individuo es un ser gregario, necesita estar con otros seres humanos, está en la búsqueda del yo y de los otros. Regresaremos a este proceso”.
La Académica explica que “las relaciones familiares sanas y los valores están regresando, sólo que ahora tienen ciertas adaptaciones” y finaliza:
“No significa que tengamos que retomar los valores tradicionales, si no tomarlos y adaptarlos para tener una vida sana. Es decir, [rescatar] los valores que dignifiquen la calidad familiar y la salud mental de sus integrantes, esa debería ser nuestra preocupación”.