Para nadie es un secreto en el establishment panista que los equilibrios se han roto por la cada más activa injerencia de personajes como el gobernador Rafael Moreno Valle, en las estrategias del partido ante un gobierno inestable como el de Peña Nieto.
Gustavo Madero es el líder que sufre un severo desgaste interno y enfrente aparece la carta del calderonismo, Ernesto Cordero, para dirigir en diciembre el partido, con el objeto de defender los intereses de su jefe el expresidente Felipe Calderón y posicionarse de cara al 2018.
Se busca una figura mesurada con ascendencia en el partido, que conozca la militancia y, sobre todo, que logre amalgamar las diferentes expresiones en el CEN del PAN, al margen de los apetitos personales del 2018.
Margarita Zavala y Josefina Vázquez Mota han dicho que no buscarán la dirigencia nacional. La otra carta con olor a Yunque: Juan Manuel Oliva, además de enfrentar cargos de corrupción en su paso por la gubernatura de Guanajuato, muestra un realineamiento hacia el morenovallismo, como grupo hoy dominante en Acción Nacional.
Oliva, quien tiene en Fernando Manzanilla a un operador de su causa, sabe lo que es: un soldado yunquista que acata lo que le determine La Organización.
Rivera y Manzanilla dialogan.
Eduardo Rivera, próximo a concluir su mandato, sí es visto como esa figura que gozaría del respaldo de las mujeres: Margarita Zavala y Josefina Vázquez Mota, amén de otros personajes de muy notable ascendencia en el partido, como Don Luis H. Álvarez. No vaya a creer que fue fortuito que le hayan otorgado la cédula real de la ciudad de Puebla, por parte del Ayuntamiento, en una ceremonia a la que acudió la nomenclatura panista.
Por cierto, no estuvo el gobernador.
Rivera fue durante un año presidente de la Conferencia Nacional de Alcaldes de México, lo que le permitió mantener ligas con quienes operan las estructuras panistas en el país, al margen de los gobernadores y el propio CEN.
Sobre su gestión tampoco gravita algún señalamiento de corrupción directa, como ha sido la constante en otras autoridades panistas.
Quizá por eso, el alcalde de Puebla ha recibido mensajes claros de que debe asumir que su jefe político, como el de otros panistas, es precisamente Moreno Valle.
“Si no lo entiende ahí están sus cuentas públicas sin aprobar”, ha sido la amenaza.
De ahí que resulte lógica la indiferencia que mostró el gobernador en los festejos patrios hacia la figura del alcalde y, por ende, la declaración de Rivera de su interés por buscar la dirigencia del partido.
Es una posibilidad real.
Los intereses convergen.
No le quieren dejar todo el pastel al morenovallismo.
Por eso, les urge que Rivera se declare Rafalieber, pero no será así mientras el establishment panista nacional lo considere ya la tercera opción.
¿Y lo que falta de su gestión?
Ya todo pasa por Gali.
@AleMondras