Guillermo logró consolidar una posición de poder en los rectorados de José Doger Corte, Enrique Doger Guerrero y Enrique Agüera Ibañez, en cuyas etapas alcanzó la figura de intocable.
El rector en turno tenía que negociar con él y su grupo, prebendas y posiciones.
Y es que sabía moverse en los sótanos y azoteas de la comunidad universitaria. Hizo temible la Facultad de Derecho de la BUAP. Nada se movía sin su visto bueno.
Aspirante eterno a la rectoría, Nares entró en el ocaso.
Precisamente cuando en términos de opinión publicada se alineó al grupo gobernante. Apareció como parte del equipo de Puebla Unida a la alcaldía con Tony Gali Fayad.
Una vez derrotado Enrique Agüera y el desplazamiento de su grupo dominante por nueve años de la toma de decisiones con Alfonso Esparza, ubicó una oportunidad.
Se acercó para saber opciones. No le respondieron.
Es más, le cerraron la puerta.
Y le avisaron que Esparza dispone de los respaldos institucionales no sólo para convertirse en rector, sino para ejercer su mandato en un nuevo clima de paz, sin sobresaltos ni grupos fácticos.
Su futuro está en la jubilación con salida digna.
Preguntó cuál sería. “Pues tu salida y la de tus más cercanos colaboradores, para fortalecer tu universidad Siglo XXI”.
Buscó otros interlocutores, pero fue en vano.
Ahora tiene tres opciones:
1.- Aceptar la jubilación con su grupo cercano e irse a la academia Siglo XXI
2.- Verse en el espejo del entonces auditor, Víctor Manuel Hernández Quintana, quien se negó a jubilarse con salida digna.
3.- Preguntar en el Congreso cómo va la cuenta pública de otra Nares Rodríguez.
Está claro que los mejores tiempos que están por venir en la BUAP, no incluyen a Nares.
Debe recordar que duele más el cuero que la camisa.
@AleMondras
