Por Alejandro Mondragón
Hasta hace unas décadas, la delincuencia organizada ocupaba espacios a la vista de muchos (fiestas, encuentros ocasionales en restaurantes e incluso actos de campaña) para codearse con políticos y gobernantes.
Los mítines eran lo más común, pues el candidato o candidata se dejaba tomar fotos con cualquiera que se la pedía.
Eso generaba escozor porque si el delincuente caía en desgracia, entonces aparecían las imágenes con esos aspirantes que acabaron de alcaldes, gobernadores, senadores, diputados, hasta presidentes de la República.
Nada más que ahora existe algo mucho más delicado, porque los personajes ligados al narco, huachicoleo, secuestros y extorsiones aparecen con políticos y gobernantes en sus oficinas o como invitados especiales en tomas de posesión o informes de labores.
Ahí están los Toñín de la mano del morenovallismo; los Valencia del galismo; los González Vieyra en Movimiento Ciudadano; Tanía Trejo con líderes priistas; Javier Milian con diputados y funcionarios morenistas.
El último señalado es Nazario Ramírez, uno de los jefes de plaza del Cártel Jalisco Nueva Generación, quien presume fotos con su delegada del Bienestar, su secretario de Gobernación y hasta los gobernadores de Puebla y Jalisco.
En imágenes tomadas en las oficinas de los mandatarios. ¿Quién los llevó y para qué?
¿Llegaron como invitados especiales de qué personaje con poder?
¿Fueron sembrados por opositores para el golpeteo político-electoral?
Si esto último tuviera respuesta, ¿quién empieza a traicionar a los gobernadores?
Nadie debe perder de vista que los actuales son tiempos de canallas.
Peeeero también que la inteligencia del poder está muy pendeja.