Por Jesús Manuel Hernández
La primera vez que escuché la palabra “retorno” fue en una oficina federal en México, del área de la Contraloría. Un grupo de funcionarios de tercer nivel hacía alusión a esa práctica localizada en algunas entidades como Puebla.
La segunda vez fue por error, un funcionario de la administración de Blanca Alcalá en el Ayuntamiento de Puebla, le llamó, por error, a este reportero para decirle “no ha llegado el retorno”.
Según pude saber, algún proveedor del ayuntamiento debía entregar el “retorno” y no lo había hecho y la secretaria del funcionario se equivocó de nombre y marcó el mío. La confusión fue grave, el tema trascendió y salieron a relucir algunos asuntos del proceso catalogado en el renglón de las “comisiones”.
En árabe existe una palabra, usada en alguna novela donde salen a relucir los negocios de los políticos que son sobornados y la palabra clave es “Baqshish”.
Quizá la traducción literal del árabe será “soborno”, en Puebla es “Retorno”.
Quizá sean coincidencias del pasado, repetición de funcionarios, o simplemente el estilo de gobernar y hacer negocios desde el poder que permite poner en valor las premisas de Baumann, se puede cambiar de partido, de chaleco, pero en el fondo es la misma persona, el mismo comportamiento, las mismas premisas de vida.
Y aunque muchos lo nieguen, incluso rechacen su existencia, el “retorno” está vigente y funciona, así se comenta entre el sector comercial que renta espacios oficiales.
O por lo menos, así me lo parece.