Por Valentín Varillas
Vaya reto el que tendrá que enfrente el oficialismo en el cortísimo plazo: empatar el optimista discurso con el que han justificado la elección del poder judicial, con lo que realmente va a pasar el domingo próximo.
De entrada, vender con éxito que se trata de una exigencia producto de la voluntad popular, cuando todos los pronósticos – hasta los más optimistas- adelantan una participación absolutamente marginal.
Al grueso de la población esto no le importa en lo más mínimo.
Es más, no saben ni siquiera qué es lo que realmente va a suceder ni cómo deben de participar.
Tienen, por supuesto, otras preocupaciones mucho más importantes en su vida cotidiana.
Por lo mismo, será un proceso en donde principalmente operarán las estructuras del poder.
Las instancias del servicio público en los distintos niveles de gobierno que, a través de la movilización de la famosa “caballada”, intentarán obtener cifras lo menos vergonzosas posibles.
Y así, disfrazar la verdadera intención de todo esto: tomar el control absoluto de un poder por definición independiente y por lo mismo, un natural contrapeso a los potenciales excesos del ejecutivo.
Bajísima participación ciudadana, pocas casillas instaladas, mínimos protocolos efectivos para el conteo y validación de los votos, serán factores que le peguen de lleno a la legitimación de quienes resulten ganadores.
Peor imposible, cuando se repite una y otra vez en la narrativa armada desde palacio Nacional, que esta es la única manera efectiva de lograr una supuesta depuración de jueces, ministros y magistrados.
En este contexto, será complicado explicar que para esta abominable puesta en escena se destinen más de 7 mil millones de pesos, cuando existen en el país enormes carencias en otros temas en teorías prioritarios en el ejercicio de gobierno.
La salud pública, por ejemplo.
Es tan intrincado el escenario, que ya se preparan todo tipo de argumentos para reconocer el inminente fiasco.
De entrada, que la derecha conservadora sabotea todo lo que los gobiernos de la 4T realizan y planean.
Esa derecha que ellos mismos aseguran no tiene ni pies ni cabeza y que es repudiada en las urnas por la enorme mayoría de los mexicanos, ahora tendrá la fuerza titánica de echar abajo una elección.
Y ahí está también la CNTE como otro potencial culpable.
Esa disidencia magisterial, apapachada y alimentada por el régimen, que con una precisión quirúrgica y la complacencia oficial. intensifica sus protestas a días del proceso.
La que sospechosamente anuncia públicamente que lo va a boicotear, aunque éste no tenga nada que ver con sus reivindicaciones.
Todo mal.
Pan y circo en la forma y algo muy grave en el fondo: la posibilidad de ejercer el poder total, auténtico y absoluto, aniquilando ya cualquier tipo de factor que pudiera equilibrarlo cuando resulte urgente hacerlo.
Van por todo y por la libre.
