15-06-2025 12:42:41 PM

El fracaso de la búsqueda oficial de personas en Puebla

Por Yasmín Flores Hernández

 

En Puebla, hay registros de miles de personas desaparecidas, y la cifra ha aumentado en los últimos años.

 

Cifra de desaparecidos:

 

  • En marzo de 2025, la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Puebla (CEB) reportaba que en la entidad había 743 hombres y 532 mujeres desaparecidos.

 

  • En los últimos cuatro meses (de diciembre de 2024 a marzo de 2025), se señalaban 346 personas desaparecidas. 

 

  • En el primer bimestre de 2025, se mencionaron más de 300 desaparecidos. 

 

  • En el último lustro, se registraron 1865 personas desaparecidas en Puebla. 

 

Crecimiento de desapariciones

  • El crecimiento de personas desaparecidas y no encontradas es alarmante en los últimos años y meses. 

 

  • En 2024, la cifra de desapariciones se duplicó con 45 casos al mes. 

 

Desapariciones no registradas 

  • No todas las desapariciones son registradas, por lo que se estima que la cifra real es mayor.

 

  • Entre las razones por las que no se denuncian desapariciones están la falta de confianza en la Fiscalía, las amenazas y el desconocimiento para interponer la denuncia.

 

Ahora bien entremos al fondo del asunto:

Los Fuertes ya no son solo un símbolo de resistencia. Hoy también son una fosa.

La gloriosa zona donde México venció al  imperio frances en 1862 ahora guarda silencio frente al crimen organizado y la impunidad institucional.

El pasado 12 de abril, una camioneta abandonada frente al Centro Expositor fue escenario del horror: cinco cuerpos envueltos en plástico, apilados como si fueran basura.

Junto a ellos, una cartulina firmada por “La Barredora”, célula del Cártel Jalisco Nueva Generación, se adjudicaba los asesinatos.

Pero el mensaje más doloroso no lo dejó el crimen, sino el Estado.

Tres de esas personas tenían ficha de búsqueda. Habían desaparecido semanas antes.

Sus familias los buscaban mientras el gobierno miraba hacia otro lado. Nadie los encontró vivos. Nadie los protegió. Nadie los escuchó.

A usted que me escucha y me lee dejeme decirle que las cifras gritan…

Puebla reporta oficialmente 2,586 personas desaparecidas.

De ellas, 1,577 son hombres y 1,006 son mujeres. Pero hay un dato que hiela la sangre: el 46 por ciento son jóvenes de entre 15 y 29 años, y el 54 por ciento de las mujeres desaparecidas tienen entre 10 y 24 años.

Estamos perdiendo a una generación entera sin que el gobierno lo asuma como crisis.

Las desapariciones en Puebla no son hechos aislados: son parte de una maquinaria de violencia que opera frente a instituciones inertes, simuladoras y, en ocasiones, cómplices.

Sin dudar es el fracaso de la búsqueda oficial, lo que dice todo.

Tras el hallazgo en Los Fuertes, el gobierno estatal intentó lavarse la cara: destituyó al comisionado estatal de búsqueda, Luis Javier Cervantes Gómez, y emitió una nueva convocatoria.

El secretario de Gobernación (Segob), Samuel Aguilar Pala, aclaró que la salida de Luis Javier Cervantes Gómez de la titularidad de la Comisión Estatal de Búsqueda, no obedece a fallas en labor, sino a una “reingeniería” institucional.

Por su parte, algunas colectivas, denunciaron que la Segob ignoró a las víctimas al publicar una convocatoria sin consultarlas. Una de ellas fue la señora Rocío Limón, madre de Paulina Camargo, quien hizo un llamado al gobernador Alejandro Armenta, ante la destitución del comisionado de búsqueda de personas desaparecidas, pues dijo que no les notificaron y que la decisión tuvo que haber sido aprobada por las madres que buscan a sus hijas e hijos. Ya que las dejan en estado de indefensión y  la simulación de busqueda por parte de las autoridades  se mantiene.

Por otra parte la Universidad Iberoamericana Puebla denunció que el nuevo proceso es opaco, exprés y sin mecanismos reales de participación. Solo cinco días hábiles para presentar propuestas. Nada que garantice experiencia, sensibilidad ni independencia.

Puebla no necesita un cambio de nombre en una oficina. Necesita una política de búsqueda real, con presupuesto, tecnología, protocolos claros y atención digna a las familias. Hoy no tiene nada de eso.

Y si no me cree, por favor le pido que  me permita narrarle el caso de Daniel Pérez Domínguez, una herida abierta.

Uno de los casos más emblemáticos de esta negligencia criminal es el de Daniel Pérez Domínguez. Desapareció el 23 de noviembre de 2019. Tenía 27 años, dos hijas y una vida que no merecía terminar en el olvido. Le dijo a su madre, Cristina, que saldría con amigos a un karaoke. Nunca volvió.

Días después, desde su celular, llegaron mensajes incoherentes. Luego, una amenaza: “Está secuestrado por un cártel”. El último rastro de su teléfono fue en Querétaro.

Cristina denunció de inmediato. Pero la Fiscalía no solicitó los videos de las cámaras de seguridad a tiempo. Cuando ella lo hizo por su cuenta, ya habían sido eliminados. Cambiaron al Ministerio Público tres veces. No hubo seguimiento. No hubo seriedad. No hubo empatía.

Y la Comisión Estatal de Búsqueda simplemente se declaró incompetente, argumentando que el último rastro estaba fuera del estado. Una madre desesperada fue obligada a convertirse en perito, en abogada, en investigadora. Todo mientras el Estado cruzaba los brazos.

Cristina sigue buscando a su hijo. Se unió al colectivo “Voz de los Desaparecidos”. Marcha, grita, exige. Su lucha es la de miles. Su dolor, una vergüenza institucional.

Y la  Fiscalía sigue fábricando carpetas muertas.

Como se dará usted cuenta, ambos  casos el de Daniel Pérez Domínguez y los cuerpos encontrados sucedieron en los Fuertes, sin que ninguna autoridad registrara algún indicio.

¿Y las cámaras del C5?

¿Cuánto presupuesto hay para videovigilancia en el estado?

Puebla no solo tiene desaparecidos. Tiene un sistema de procuración de justicia completamente incapaz de responder ante la tragedia.

La Fiscalía General del Estado no investiga, no sigue pistas, no acompaña a las familias.

Las carpetas se archivan. Los casos se diluyen. Los funcionarios revictimizan, se burlan, minimizan y exponen a las familias al escrutinio público.

A las hienas de los medios de comunicación les encanta el espectáculo del dolor ajeno. Merodean las tragedias, olfatean el morbo y cuando encuentran a una madre llorando, no preguntan: sentencian.

Repiten frases como cuchilos: “Seguro se fue con el novio”, “andaba en malos pasos”, “ya aparecerá”, “¿y si se fue de fiesta?”

Como si eso fuera explicación suficiente.

Como si el hecho de vivir, elegir, equivocarse o simplemente existir, anulara el derecho a ser buscado, respetado, encontrado.

Pero aunque estas bestias se alimenten del sufrimiento, no tienen el estómago para tragar la verdad:

Nada, absolutamente nada, justifica la desaparición ni la indiferencia.

Y no, no hay historia personal que autorice al Estado a renunciar a su deber, ni a los medios a degradar a las víctimas en sus titulares.

A veces, las hienas visten  vestido y tacones, saco y corbata. Otras, llevan  lentes y unas más micrófonos. Pero todas tienen algo en común:

Devoran el dolor, pero nunca lo entienden.

¿Y si fuera su hija? ¿Su hermano? ¿Su padre?

Pueden seguir escarbando en el morbo, alimentándose del sufrimiento ajeno, pero nunca van a tener el valor de mirar a los ojos a una madre rota. Porque ahí, en su mirada, no hay espectáculo… hay dignidad, y eso jamás lo entenderan..

La Fiscalía no está rebasada. Está corrompida por la costumbre de no hacer nada, en un Estado ausente.

Los cuerpos encontrados en Los Fuertes no solo revelan el horror de la violencia criminal, sino la descomposición de un Estado que no protege, no busca, no repara.

Un Estado que le da la espalda a las víctimas, que responde con trámites y simulaciones, y que convierte la desaparición en una estadística más.

Mientras los cárteles deciden quién vive y quién muere, el gobierno hace como que trabaja.  Mientras las madres excavan la tierra con sus uñas, el Congreso discute selfies.

Mientras las familias viven entre la incertidumbre y el dolor, la Fiscalía archiva expedientes y cambia de ventanilla.

¿Cuántos más?

Puebla está llena de ausencias. Está llena de gritos que no encuentran eco. Está llena de vidas rotas por un sistema que castiga la búsqueda más básica: la de la verdad.

Ya no basta con indignarse.

Ya no basta con nombrarlos.

Es hora de exigir.

Con nombres, con apellidos, con la cara descubierta.

Porque Daniell, Gustavo, Aldo, Marisol, Betzabé, Leslie y tantos más no desaparecieron solos.

Los desaparecieron la violencia y la indiferencia.

Y si hoy no alzamos la voz, mañana seremos nosotros.

Puebla no necesita más comunicados, más discursos vacíos ni más cambios de nombre en oficinas que no buscan a nadie.

Necesita justicia, necesita verdad, necesita un Estado que no desaparezca junto con sus víctimas.

Y a quienes prefieren justificar la inacción institucional culpando a los desaparecidos, que no se les olvide:

No hay nada más ruin que hacer del dolor una carga ajena, y nada más valiente que una madre que se niega a enterrar la esperanza.

Las madres de Puebla no piden favores, exigen lo mínimo: que el Estado haga su trabajo.

Necesitan una fiscalía que investigue, no que desfile.

Una fiscal presente en las búsquedas, no en los eventos.

Una autoridad que escuche más a las víctimas que a los reflectores.

Porque cada minuto que pasa sin respuestas, es una deuda que crece.

Y en Puebla, esa deuda ya es impagable…

 

 

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