12-04-2025 03:02:15 PM

Narco-influencers, el crimen es el nuevo sueño mexicano

Por Yasmín Flores Hernández

 

En México, convertirse en médico, maestro, científico o artista ha dejado de ser el ideal de éxito.

 

Hoy, en las calles y en las redes sociales, el verdadero héroe popular es quien tiene una camioneta blindada, un fajo de billetes, y un arsenal de armas doradas.

 

Casos como el de Marquitos Toys, influencer que construyó su fama mostrando lujos derivados, según señalamientos oficiales de vínculos con el crimen organizado, son la evidencia más brutal de que hemos normalizado lo inaceptable.

 

Las redes sociales Instagram, TikTok, YouTube no son simples canales pasivos. Son multiplicadores de la cultura narco. Algoritmos que detectan qué vende más: el morbo, la ostentación, la violencia glamorizada. Las plataformas digitales no sólo permiten que el contenido narco se propague; lo premian, lo colocan en las pantallas de millones de jóvenes, lo convierten en aspiración.

 

Pero culpar únicamente a las redes sería simplista.

 

El Estado mexicano también tiene una responsabilidad profunda.

 

Durante décadas, ha fallado en ofrecer alternativas reales para millones de jóvenes atrapados en la pobreza y la falta de oportunidades. Mientras ser maestro implica salarios de miseria y desprecio institucional; mientras ser médico significa trabajar jornadas de 36 horas a cambio de sueldos humillantes, el crimen organizado ofrece reconocimiento, dinero y poder inmediato.

 

¿Quién podría competir con eso en un país donde el futuro parece un callejón sin salida?

 

El 3 de abril de hace un año aquí en Puebla, Vielka Pulido, joven influencer fue asesinada, presuntamente relacionada con círculos del narco, es un recordatorio feroz de que el glamour del crimen también mata.

 

No fue sólo una tragedia individual; fue el reflejo de un sistema que convierte a sus jóvenes en carne de cañón mientras la sociedad aplaude a los verdugos.

 

La culpa también es social. Glorificamos a los capos, les hacemos corridos, series, películas. Lloramos su muerte, los inmortalizamos como figuras casi míticas.

 

Mientras tanto, los verdaderos héroes los maestros rurales que educan en condiciones precarias, los médicos que salvan vidas en hospitales sin medicamentos, los investigadores que luchan contra la adversidad son invisibles.

 

No hay trending topics para ellos. No hay likes, ni aplausos.

 

Así, entre la ausencia del Estado, la complicidad de las plataformas digitales y la cultura que romantiza la violencia, el narco se ha apropiado del imaginario colectivo.

 

No sólo mata con balas: mata sueños, aniquila la posibilidad de otro tipo de futuro.

 

¿Quién nos va a salvar?

 

No será TikTok. No será Instagram. Tampoco será el narcocorrido de moda.

La reconstrucción deberá venir desde abajo: desde quienes todavía creen que vale la pena ser maestro, médico, científico, periodista o simplemente un ciudadano honesto en un país donde eso, muchas veces, parece un acto heroico.

Mientras sigamos glorificando al crimen y castigando al esfuerzo legítimo, el verdadero sueño mexicano seguirá siendo una pesadilla de sangre, likes y muerte.

 

Pero el problema no empieza ni termina en las pantallas.

 

El Estado mexicano lleva años ausente donde más importa: en las escuelas olvidadas, en los hospitales vacíos, en las comunidades donde los jóvenes tienen que elegir entre sobrevivir o delinquir.

Mientras un maestro gana 10 mil pesos al mes y un médico trabaja 36 horas sin descanso, el crimen organizado ofrece lujos inmediatos, respeto forzado y reconocimiento.

 

¿Y la sociedad?

 

Nuestra cultura popular ha glorificado al criminal.

 

Les hacemos series, les componemos corridos, los convertimos en ídolos. Mientras tanto, los verdaderos héroes los maestros, médicos, científicos apenas reciben un aplauso aislado, si es que acaso lo reciben.

 

En ese entorno, los jóvenes crecen viendo dos caminos:

 

  • Uno lento, lleno de esfuerzo, precariedad y olvido (el de los maestros, médicos, trabajadores).

 

  • Otro rápido, lleno de lujos, poder y peligro (el del crimen organizado).

¿Cuál creen que eligen cuando nadie les ofrece razones para creer en el primero?

 

Detrás de cada fotografía ostentosa hay historias de traición, dolor, cárcel y muerte. Pero esas historias casi no llegan al algoritmo. No se hacen virales. No generan likes.

 

Este problema nos alcanza a todos.

 

A ti, joven que crees que el éxito verdadero está detrás de una camioneta blindada.

 

A ti, padre o madre que normalizas el corrido de moda pero no sabes en qué sueña tu hijo.

 

A ti, maestro cansado, médico olvidado, trabajador desilusionado.

 

A todos.

 

México no sólo enfrenta una crisis de seguridad pública; enfrenta una crisis moral y cultural.

 

Mientras aplaudamos al verdugo y olvidemos al maestro, al doctor, al trabajador honesto, no habrá campañas suficientes, ni censura efectiva, ni muros virtuales que nos salven.

 

¿Cómo revertimos esto?

 

  • Exigiendo un Estado que invierta en educación, ciencia, arte y deporte.

 

  • Recuperando la dignidad de los oficios y profesiones honestas.

 

  • Cambiando nuestros propios ídolos: aplaudiendo a quienes construyen, no a quienes destruyen.

 

  • Recordándole a cada joven que la verdadera grandeza no se mide en fajos de billetes, sino en vidas transformadas.

 

El éxito real no está en un corrido que glorifica la violencia. Se encuentra en cada maestro rural que enseña contra viento y marea.

 

Está en cada médico que salva vidas sin que nadie lo filme.

 

Figura en cada joven que, aun viendo todo en contra, decide apostar por el camino difícil pero digno.

 

No podemos resignarnos a ser un país que sólo admire a sus verdugos. Tenemos que ser el país que celebre a sus verdaderos héroes.

 

La narcocultura distorsiona los valores sociales al glorificar la violencia y el crimen, desviando la admiración que deberían recibir quienes contribuyen positivamente a la sociedad.

 

Es esencial que reorientemos nuestras aspiraciones hacia modelos que promuevan la educación, la honestidad y el esfuerzo, para construir un México más justo y seguro.

 

“Un país que premia al narco e ignora a sus maestros, no sólo pierde su presente; pierde su futuro.”

 

Yasmin Flores

 

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