Por Yasmín Flores Hernández
En un contexto en el que los movimientos sociales han adquirido un protagonismo notable, el llamado “Día Naranja” en México se presenta superficialmente como una celebración que homenajea la lucha contra la violencia de género y reivindica el empoderamiento femenino.
El Día Naranja es una conmemoración que busca generar conciencia y prevenir la violencia contra las mujeres y niñas. Se conmemora el 25 de cada mes.
Dejeme le cuento su origen:
Se remonta a 1981, cuando activistas en favor de los derechos de las mujeres protestaban contra la violencia de género. El origen de este día está relacionado con las hermanas Mirabal, tres activistas políticas dominicanas asesinadas en 1960 por orden del dictador Rafael Trujillo.
El color naranja representa el futuro libre de violencia contra las mujeres y niñas.
En 2008, el Secretario General de la ONU lanzó la Campaña Naranja ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres y niñas. Esta campaña invita a gobiernos, organizaciones internacionales y organismos no gubernamentales a realizar actividades para sensibilizar al público.
No obstante, tras este llamativo nombre se oculta una red compleja de intereses, oportunismo político y un feminismo distorsionado que, en lugar de fortalecer a las mujeres, menoscaba los auténticos valores de equidad y justicia.
De ahí nace la campaña naranja ÚNETE.
La idea del Día Naranja surgió con la intención de concientizar a la sociedad sobre la violencia y la discriminación que muchas mujeres sufren. Se eligió el color naranja para representar la energía, la vitalidad y el impulso hacia el cambio. Sin embargo, lo que comenzó como un movimiento popular ha derivado en discursos pomposos y estrategias de imagen que, en muchos casos, se quedan en el ámbito del simbolismo.
Detrás de la promoción del Día Naranja se esconden intereses que van más allá de la defensa de los derechos humanos. Diversos actores políticos y mediáticos han aprovechado esta efeméride para ganar simpatías, obtener publicidad gratuita y crear narrativas que, en ocasiones, distorsionan la verdadera problemática que se pretende enfrentar.
En lugar de fomentar un debate profundo y buscar soluciones concretas, se ha optado por un activismo superficial, adecuado a un mercado mediático sediento de novedades y colores llamativos.
El llamado “falso feminismo” surge de la brecha entre la lucha auténtica por la igualdad de género y el uso oportunista del discurso feminista. Yo la llamo la máscara del falso feminismo y el oportunismo.
El Día Naranja se ha convertido en una muestra de este falso feminismo, donde los valores y objetivos se diluyen en una celebración que se aparta de la realidad y de las verdaderas necesidades de quienes sufren desigualdades.
Además, es importante destacar que algunas mujeres han utilizado la causa femenina como una herramienta para alcanzar cargos de poder.
Muchas de estas personas consiguen posiciones de alto rango, pero en numerosas ocasiones no ofrecen el apoyo necesario a otras mujeres.
Al contrario, se convierten en las primeras que ejercen violencia a otras mujeres y actúan como arribistas, utilizando el discurso de la igualdad para perpetuar estructuras de poder que favorecen exclusivamente sus intereses personales y políticos, olvidándose del compromiso genuino con un cambio social real.
En Puebla hay muchos casos, hace 10 meses aqui mismo le expuse a una falsa feminista quien atacó como sólo ella lo sabe hacer, por la espalda. Le expuse su rateria, su corrupción y su vileza, aprovechandose de un cargo público para poner sus gastos con cargo al erario.
Edurne Ochoa, el propósito de la causa.
En agosto de 2019 se inició un proceso en Puebla cuando el entonces gobernador, Luis Miguel Barbosa Huerta, nombró a la Subsecretaria de Transversalización e Institucionalización de Perspectiva de Género. Poco después, en noviembre de ese mismo año, se difundió un caso que reveló la desconexión entre el discurso y la acción.
Se informó de una invitación a un evento en Washington DC—titulado “Barreras de Accesibilidad y Mujeres con Discapacidad: víctimas y sobrevivientes de violencia”— que en realidad nunca fue organizada por la supuesta entidad responsable, sino que surgió de una búsqueda en un sitio web de gestión de eventos gratuitos. A pesar de que el encuentro se programó para un solo día y con una duración limitada, se gestionaron recursos para un viaje de cuatro días, generando gastos que superaron lo autorizado.
Lo que resulta aún más revelador es que, tras este episodio, la misma funcionaria presentó su renuncia alegando presiones internas, mientras sus mensajes en redes sociales buscaban reconstruir una imagen de compromiso y lucha que, en realidad, se vio empañada por la falta de congruencia.
Todo esto dio objeto de un proceso administrativo por no justificar adecuadamente los viáticos asignados a su función en la Secretaría Sustantiva de Género. Documentos y comprobantes presentados evidenciaban gastos excesivos en traslados, hospedaje y alimentación, muchos de ellos para actividades que superaban el alcance del viaje autorizado.
Además, se cuestionaron declaraciones sobre su formación académica, puesto que la institución que mencionaba no resultó tener la veracidad esperada.
Un caso mas es el de Norma Pimentel Méndez, exsecretaria de la Secretaría para la Igualdad Sustantiva de Género durante el gobierno de Claudia Rivera Vivanco en Puebla, a quien la Comisión Estatal de Derechos Humanos concluyó que incurrió en violencia laboral en contra de su personal.
Lo que resulta especialmente revelador es que, a pesar de presentarse públicamente como una activista y abogada feminista comprometida con la causa, sus acciones han demostrado una marcada contradicción con los valores que profesa. Según la investigación, denunciada en julio de 2021 y documentada en los oficios 29/2022 y 30/2022, Pimentel restringió la comunicación entre los empleados, menospreció sus capacidades profesionales e impuso entrevistas a puerta cerrada, exigiendo documentos bajo amenaza de despido.
Estos hechos no solo afectaron la salud y el bienestar del personal, sino que incluso forzaron la renuncia del jefe de departamento, víctima de estrés y presión excesiva.
Además, se constató que contrató a una persona cuyo único propósito era vigilar a los trabajadores, lo cual contrasta profundamente con la imagen de defensora de la igualdad que ella proyecta. Es decir, mientras en sus declaraciones y activismo se autoproclama como protectora de los derechos y la dignidad de las mujeres, en el ámbito laboral sus prácticas han vulnerado el derecho de los servidores públicos a trabajar en un entorno libre de violencia.
La situación fue remitida al Ayuntamiento de Puebla, y las recomendaciones de la CDH incluyeron reparar el daño causado, brindar atención psicológica a los afectados, emitir directrices claras para prevenir la vulneración de derechos entre compañeros y elaborar un protocolo contra el acoso y hostigamiento laboral y sexual.
Todo esto quedó en manos de la administración municipal, que en aquel entonces encabezaba Eduardo Rivera Pérez, y como usted bien sabe, erradicar la violencia de género en su administrcion, defiitivamente no fue una prioridad para él.
Pero antes de esto la misma Pimentel Méndez salía de la Secretaria para la Iguldad Sustantiva de Género del Estado y arremetía contra su titular asegurando que obligo a dos empleadas a renunciar.
Aquí le dejo el post
Como vera usted que me escucha y me lee, el que las hace, no las consciente.
Hay que preguntarle a una feminista autentica como Mónica Diaz de Rivera, porqué salieron la señora Ochoa Ledesma y Pimentel Méndez.
Estos casos ponen de relieve una inquietante realidad: cuando el discurso feminista se utiliza como mero instrumento de imagen sin respaldarlo con acciones éticas y transparentes, se socava la credibilidad de la lucha por la igualdad.
Es fundamental que quienes ocupan cargos públicos no solo se autodenominen feministas, sino que actúen con la congruencia y el compromiso que esa denominación exige.
Qué le digo…
Y si hablamos de oportunismo y estrategias de “Imagen”, Puebla la semana pasada estuvo en el ojo nacional por cuatro seudo servidores públicos quienes no entendieron para que fueron contratados.
Nayeli Salvatori vuelve a generar controversia. Esta legisladora, que debería trabajar en favor del pueblo y transformar el Congreso en un espacio de propuestas serias, ha decidido exhibir un video en el que presume su outfit, transformando su función en un espectáculo mediático. Este episodio no es un hecho aislado, sino parte de una serie de escándalos y comportamientos que han manchado su trayectoria en Puebla.
La verdadera interrogante es:
¿cuántas iniciativas ha presentado y cuántas de ellas han sido aprobadas?
Eso es lo que realmente nos importa a los ciudadanos. En lugar de aprovechar el pleno para lanzar polémicas y distracciones, las legisladoras deberían concentrarse en generar propuestas concretas que aborden los problemas reales del estado. Si tanto se molestan al ser cuestionadas por sus tonterías, sería mejor que dejaran de cometerlas, en lugar de presumir sobre sus relaciones personales o andar de faranduleras.
Aquí le dejo un post de la misma, note usted que bonito se expresa.
Para muchos, Nayeli Salvatori encarna lo peor del oportunismo y la falta de seriedad en el ejercicio público. Este tipo de actitudes no solo evidencian una total falta de capacidad, sino también una desconexión alarmante con las responsabilidades de su cargo.
Más adelante, en otra colaboración, compartiré capturas de mensajes entre diputados en este llamado “Congreso del amor”.
La diputada Salvatori nos da elementos suficientes para quienes conocemos la historia podamos armar el rompecabezas y entender lo que realmente ocurría en Polanco, un tema que, por cierto, tengo documentado.
Pero no se trata sólo de Salvatori. También hay otras legisladoras que se indignan ante las críticas, pero que reducen su trabajo a cuestiones triviales como su imagen personal o el cuidado de sus mascotas. Y aunque amo a los animales, Puebla enfrenta problemas de mayor envergadura, como la crisis de personas desaparecidas y otras cuestiones urgentes que afectan a miles de ciudadanos.
Es hora de exigir seriedad y compromiso real en el Congreso. Las mujeres que han llegado ahí deben demostrar su capacidad con iniciativas aprobadas y acciones concretas, no con escándalos y espectáculos en redes sociales. Basta de payasadas.
Lo que nos importa son resultados tangibles que mejoren la calidad de vida en nuestro estado.
Ahora bien, ¿qué tienen en común las tres personas mencionadas, además de ser mujeres y pertenecer al mismo partido?
Las tres han usado la lucha por los derechos de las mujeres como trampolín para acceder al poder. Y en el caso de las dos primeras, han sido señaladas por corrupción y violencia laboral.
La tercera, Nayeli Salvatori, pretende venderse como una “creadora de contenido” cuando su realidad es otra.
Ni siquiera entre ellas mismas se aguantan. Prueba de ello es lo que ocurrió el viernes pasado, cuando la autodenominada feminista Edurne Ochoa replicó un post de Nayeli, en el que esta última le reprochaba su falta de sororidad y alardea que su contenido en redes sociales tiene más alcance que el de muchos.
Todo esto a raíz de una entrevista en la que Edurne Ochoa atacaba a los involucrados en el escándalo del video. En esa misma entrevista, declaró:
“Están llegando mujeres al @CongresoPue gracias a la paridad, no por su capacidad, y eso nos afecta a otras mujeres.”
Como si ella misma hubiera llegado a su cargo por mérito, títulos o incluso por su supuesta sororidad con las mujeres.
¿Se da cuenta del nivel de hipocresía?
En estos tiempos, llamarse activista o feminista parece más un disfraz conveniente que un verdadero compromiso con la causa.
De pena ajena.
Regresando al tema la instrumentalización del Día Naranja no puede separarse del oportunismo característico de ciertos sectores políticos y mediáticos. En tiempos de crisis o cambios sociales, disponer de un símbolo que prometa renovación y justicia resulta sumamente atractivo.
Sin embargo, esta estrategia se vuelve contraproducente cuando se utiliza para encubrir la falta de políticas públicas efectivas y el desinterés por abordar las verdaderas causas sociales.
El oportunismo se hace evidente cuando, tras la efervescencia mediática del Día Naranja, se percibe una desconexión entre lo que se dice y lo que se hace. Los discursos difundidos en los medios y redes sociales carecen de propuestas claras para erradicar la violencia de género o para promover una igualdad real, privilegiándose el espectáculo sobre un compromiso estructural que transforme las instituciones y los marcos legales que perpetúan la injusticia.
Si bien el Día Naranja ha logrado visibilizar temáticas que habían estado al margen de la agenda pública, también es necesario cuestionar si sus efectos han sido positivos.
Por un lado, se ha conseguido llamar la atención sobre problemáticas reales; por otro, la falta de profundidad y compromiso en su significado ha llevado a la banalización de cuestiones serias.
El discurso oportunista y el falso feminismo que se ocultan tras el Día Naranja han empañado la imagen del movimiento feminista, generando confusión entre quienes buscan una lucha auténtica por la igualdad.
El peligro es que, al privilegiar la imagen y un discurso carente de sustancia, se diluya el impacto de las verdaderas reivindicaciones feministas.
Las mujeres y colectivos que han peleado durante décadas para transformar una realidad injusta quedan relegados, mientras actores oportunistas se benefician de la simpatía popular sin ofrecer soluciones reales.
En este contexto, es esencial recuperar el verdadero significado del feminismo, orientándolo hacia propuestas que promuevan cambios estructurales en lugar de limitarse a marcar días simbólicos en el calendario.
A primera vista, el Día Naranja en México parece ser una celebración contra la violencia y la discriminación. Sin embargo, un análisis profundo revela que el oportunismo y el falso feminismo se combinan para crear un espectáculo que, en muchas ocasiones, se distancia de la auténtica búsqueda de justicia social.
Es fundamental que la sociedad, los medios y los propios movimientos feministas reevalúen el sentido de estas efeméride y exijan acciones concretas que vayan más allá del mero simbolismo.
Solo así se podrá forjar un futuro en el que los colores y los discursos se traduzcan en políticas y transformaciones reales que no dejen a nadie atrás. La lucha genuina por la igualdad exige compromiso, profundidad y una mirada crítica hacia aquellos que se aprovechan de causas nobles para fines personales.
Es hora de desechar la máscara del oportunismo y abrazar el verdadero espíritu del feminismo, aquel que se manifiesta en acción y cambio estructural.
Los esfuerzos y discursos del gobernador Alejandro Armenta, así como la creación de las Casas Carmen Serdán y la conmemoración de los Días Naranjas, quedarán en vano si se sigue permitiendo que personajes mediáticos y cuestionables ocupen cargos estratégicos en el gobierno.
Señor Gobernador, le suplico que restablezca el orden en el Congreso y bloquee la entrada de funcionarias y funcionarios con antecedentes de corrupción y violencia, tanto contra hombres como contra mujeres.
Por amor a Puebla y a las poblanas, creémos en usted.