Por Valentín Varillas
La nota trascendió hace algunos días, pero no tuvo un impacto mediático directamente proporcional a la enorme importancia que tiene.
La Auditoría Superior de la Federación encontró que en el año 2023, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hizo entrega de 486 becas a estudiantes fallecidos.
Así como lo lee.
Las irregularidades fueron detectadas a través de un simple y sencillo comparativo entre los datos que se encuentran en el padrón de beneficiarios de la Coordinación Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez y el Registro Nacional de Población.
Posteriormente, se cruzaron con las matriculas de alumnos registrados en instituciones adscritas a la subsecretaría de Educación Media Superior de la SEP.
Además, se detectaron pagos a cerca de 20 mil jóvenes que, al momento de la entrega del dinero, no estaban inscritos a ninguna escuela.
Es decir, no podían ser considerados, de ninguna manera, como estudiantes.
El tema no es menor.
El primero gobierno de la 4T podía haberlo sido todo, menos corrupto.
Tres campañas presidenciales seguidas enarbolando la bandera de “la honestidad valiente”, tendrían que haber sido el blindaje perfecto para evitar este tipo de actos.
Un candidato que, durante este tiempo, ensayó miles de discursos vendiendo que ellos no eran iguales y que después de ocupar la posición de mayor poder político en el país, nos deja el tufo de que se parecen espantosamente a los que estaban antes.
Miles de mañaneras defendiendo los beneficios de aplicar una política social centrada en la entrega de dinero en efectivo a distintos sectores de la sociedad, con la supuesta garantía infalible de que éste llegaría a las manos de quienes realmente los necesitan.
Y también -hay que decirlo- con un enorme beneficio de tipo electoral, elevado ya a rango constitucional.
El manoseo de los padrones de beneficiarios de muchos de los programas prioritarios en matera de superación de la pobreza, por décadas, fueron sellos característicos de los gobiernos del PRI y del PAN.
De la “mafia en el poder”, como se les conoce en el argot político del país desde aquella complicada coyuntura electoral del 2006.
La que nos juraron que estaba integrada por una runfla de neoliberales, conservadores, fifís, aspiracionistas y demás runfla de ladrones que saquearon sistemáticamente y sin piedad, las arcas del erario nacional.
Poco a poco van saliendo datos, se van conociendo hechos y tejiendo historias que sirven como materia prima para comprobar la veracidad, la pertinencia y la perfección de aquella máxima que asegura que “el poder iguala”.
Desgraciadamente, siempre para mal.
Y lo que falta todavía por descubrir.
