15-01-2025 12:12:36 AM

Manejar la plaza pública: la prueba del ácido

Por Valentín Varillas
 

Más allá del mensaje, una visión parcial de los resultados en el ejercicio de gobierno, desde el gobierno mismo.

Sin sobrevalorar la respuesta de los asistentes, partiendo del hecho de que se trataba de un auditorio a modo.

Y dejando a un lado la tradición de cómo se facilita a los interesados el trasladarse a la capital, desde todos los rincones del país, era importante analizar el desempeño de la presidenta en el manejo de la plaza pública por excelencia, a cien días de haber iniciado su administración.

Es decir, pasada ya la efervescencia inicial de la presentación de los puntos centrales de lo que será su sexenio, poco después de haber aplastado a sus opositores en las urnas.

Y sobretodo, en el contexto de las constantes y casi siempre estériles comparaciones que se hacen entre la presidenta actual y su antecesor.

Se sigue cuestionando todavía si existe la capacidad real de la presidenta Sheinbaum de conectar en actos masivos.

La respuesta, desde la campaña misma es: sí; no cabe la menor duda.

Más allá del poderoso padrinazgo que la cobijaba, supo hacerse de una personalidad y discurso propios.  

Aunque a muchos les duela e intenten regatearle méritos.

Los cerca de 36 millones de votos obtenidos, así lo demuestran.

Imposible que hayan sido producto, únicamente, de los beneficios electorales que da el control de los programas sociales, o por la operación oficial desde el gobierno federal.

El evento del pasado domingo tenía además un simbolismo muy especial.

El Zócalo se convirtió en el escenario en donde se gestó el movimiento que hoy gobierna el país.

El espacio ideal que utilizó López Obrador para oponerse a los gobiernos en turno, el que asumió como propio durante su jefatura de gobierno en la capital y el que de plano ya no soltó después de aquella fraudulenta elección del 2006.

La forma en la que se desarrolló su último informe de gobierno, el cierre de telón del primer gobierno emanado de la que llaman Cuarta Transformación- lo comprobó de manera demoledora.

Después de lo visto hace un par de días, es evidente que así seguirá.

Fallaron, otra vez, los agoreros del desastre.

Los que consideraron impensable que la primera mujer presidenta en la historia del país, tuviera su propio carisma, estilo y discurso.

Juraron inclusive que las conferencias de prensa matutinas se iban a terminar.

No sólo siguen, sino que mejoraron mucho.

En la forma y en el fondo.

Dejaron de ser un burdo ejercicio panfletario de propaganda electoral.

Hay defensa de su proyecto, pero se dejaron de lado las salvajes crucifixiones públicas de quienes eran considerados como enemigos del sistema.

Hoy se privilegia mucho más en el discurso la información y el dato duro.

No hay calca, imitación, ni réplica de quien ya se fue.

Existen decenas de ejemplos que desde hace tiempo así lo confirman.

Los eternos ciegos, los que de plano no han entendido ni entenderán el país en donde actualmente hacen política, no lo ven ni lo verán.

Se niegan a entender esta nueva realidad.

Por eso les va como les va.

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