10-01-2025 03:52:24 AM

El tablero de ajedrez de Trump

Por Yasmín Flores Hernández

El Gobierno mexicano busca tener todos los hilos atados antes del 20 de enero.
Donald Trump asumirá entonces su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, y la presidenta Claudia Sheinbaum ha anticipado los aspectos de la relación bilateral que podrían representar un dolor de cabeza para su Administración.

En las últimas semanas, los funcionarios mexicanos trabajan a marchas forzadas en tres sectores en concreto: la legalidad de las aduanas, los consulados en territorio estadounidense y el tráfico ilegal de fentanilo.

Estos tres sectores han demostrado históricamente ser los frentes más sensibles para el Gobierno de EE UU, independientemente de su orientación política.

Las primeras señales de Trump hacia México han sido de mano dura. Por un lado, está la amenaza de las deportaciones masivas de migrantes, que busca el refuerzo de la frontera entre ambos países.

Al mismo tiempo, el republicano ha dejado caer sus dudas sobre la eficacia del tratado de libre comercio con México y Canadá, el TMEC, y ha anunciado que buscará una revisión anticipada del acuerdo.

Y, finalmente, ha asegurado que tomará acciones para intervenir de forma más directa en la lucha contra los cárteles mexicanos de la droga, declarándolos organizaciones terroristas.

Una vez puesto el tablero, Sheinbaum ha optado por un enfoque proactivo en el que el Gobierno busca hacerse cargo de cada uno de estos aspectos.

La guerra comercial de EE UU contra China ha dejado bajo la mira a México. El territorio mexicano se ha convertido en una especie de comodín que las empresas de manufactura aprovechan por su cercanía a EE UU y su pertenencia al tratado de libre comercio.

Una especie de bendición y maldición a la vez: la inversión extranjera directa ha alcanzado niveles históricos en los últimos meses, al mismo tiempo que el comercio chino ha encontrado un camino en México para introducir sus productos en el continente americano, llamando la atención del sector más proteccionista de EE UU, respaldado por Trump.

La amenaza del republicano es evaluar la pertinencia del TMEC, antes considerada la mejor herramienta de integración comercial en Occidente. La alerta en México se ha traducido en el llamado “Operativo Limpieza”.

Hace más de un mes que la Secretaría de Economía ha emprendido una rigurosa inspección del comercio chino en Ciudad de México, que más tarde se extendió a los Estados de Sonora, Coahuila y Baja California.

El Gobierno mexicano decomiso productos, en su mayoría de origen asiático, que entraron ilegalmente a México a través de las aduanas. Lo que comenzó como simples acciones de confiscación de mercancías, se ha convertido en un gran plan para regular a los puertos que reciben estos productos.

Marcelo Ebrard, secretario de Economía, se ha puesto al frente de esta misión. En poco más de un mes ha decomisado 500 millones de pesos en mercancías ilegales y ha puesto a 47 agencias aduanales bajo investigación.

“Lo que observamos es una absoluta falta de observancia de las normas mexicanas. Toda esa mercancía no puede acreditar la legal introducción al país. No se pueden vender esas cosas en México”, refirió Ebrard el viernes pasado para justificar la movilización.

La migración ha sido una de las bazas de la campaña presidencial de Donald Trump.
Su tajante rechazo a la integración migratoria ha puesto inevitablemente el foco en México: la frontera más larga de América y donde ocurren la mayoría de los cruces de migrantes hacia Estados Unidos.

Trump ha asegurado que emprenderá deportaciones masivas tan pronto como se instale en la Casa Blanca, a pesar de que ambos países han invertido esfuerzos para disminuir los cruces ilegales y buscar alternativas para la migración en diversos territorios de América Latina.

Ante la clara amenaza, la Secretaría de Relaciones Exteriores ha emprendido el refuerzo de los 50 consulados en territorio estadounidense. La red consular más grande el mundo está preparada para asistir legalmente a miles de mexicanos, si los dichos de Trump empiezan a cumplirse en las próximas semanas, según ha asegurado el titular de la cartera, Juan Ramón de la Fuente.

Esta fortaleza ha requerido, además, adquirir servicios de abogados externos especializados en migración y la creación de un botón de pánico —a través de una aplicación― para que los migrantes avisen al Gobierno mexicano de las detenciones.

De la Fuente ha señalado que el Gobierno mexicano confía en el cumplimiento de las normas internacionales por su contraparte en Estados Unidos.
El nombramiento de Ron Johnson, un veterano de la CIA, como embajador de EEUU en México, ha enviado un mensaje de dureza en la relación bilateral y una expectativa de tiempos difíciles para la diplomacia mexicana.

“Entre las reglas diplomáticas universalmente aceptadas, nuestros principios constitucionales de política exterior, y las indicaciones que, sobre aspectos puntuales, nos va dando la presidenta, yo estoy, de verdad, confiado en que vamos a lograr con él [Ron Johnson], como con todos los demás embajadores, una forma de operación que sea razonable, respetuosa y eficaz”, ha declarado el canciller mexicano.

Un tema más en la agenda de Donald Trump es la plaga del fentanilo, las muertes por sobredosis de este opiáceo han aumentado en más del 90 % en tres años en EEUU.

La diminuta pastilla ha desatado una de las crisis de salud más severas en las últimas décadas en EE UU.

Trump ha apuntado que México tiene una gran responsabilidad en el tema del fentanilo y ha señalado concretamente a los cárteles mexicanos de la droga, que en los últimos años han cambiado su modelo de negocio ilegal y traficado exitosamente el opioide.

La advertencia del republicano para México ha ido en el camino de nombrar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, una herramienta que le serviría para intervenir de forma más directa en su combate.

La herencia dejada a Sheinbaum sin duda la esta sobrepasando. La detención en Texas de dos de los líderes del Cartel de Sinaloa, Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, ha desatado una guerra intensa en la región que ya ha dejado más de 600 muertos en los últimos cuatro meses del año.

Los enfrentamientos en Sinaloa ha dejado poco margen para la vida de sus ciudadanos y dudas sobre si la estrategia de seguridad que el gobierno mexicano está llevando acabo.

A usted que me escucha y me lee, deje decirle que el meollo de la reciente polémica sobre el fentanilo no es la disputa sobre la veracidad de un laboratorio de sustancias ilegales en Culiacán expuesto hace días por The New York Times.

La problemática más importante, y donde sin explicitarlo la presidencia de la República y el diario coinciden, es que México pone, otra vez, la carne de cañón al producir drogas para el mercado estadounidense.

Claudia Sheinbaum embiste al diario neoyorquino, que tuvo acceso a un laboratorio en la capital de Sinaloa, para la Administración no es tolerable reconocer el fracaso social implícito.

La presidenta, que tiene un problema de continuidad, se aferra de unas líneas de dudosa veracidad, una declaración de uno de los ‘cocineros’, para tratar de desmontar toda la revelación periodística.

El tema no es si, como dice el ‘cocinero’ entrevistado por el Times, se desarrolla tolerancia a gases tóxicos; ni siquiera si llevaban o no el equipo necesario.

El tema es, precisamente, que ambas cosas no son excluyentes.

La veracidad de la existencia del laboratorio al que tuvo acceso el Times y los riesgos que denuncia el gobierno no entran en pugna.

Al contrario.Quienes producen drogas para el mercado estadounidense hacen salvajes cálculos económicos, donde la vida de muchos de sus cuadros, principalmente jóvenes, vale muy poco, y jóvenes hay de sobra.

Tras la revelación del Times, el Gobierno de Sheinbaum emprendió un esfuerzo para desacreditar la revelación periodística firmada por dos experimentas reporteras de ese diario.

No es el propósito de esta entrega subrayar que los esfuerzos de Palacio Nacional, con su maquinaria de propaganda, solo han hecho más visible el reportaje de ese diario, y otros con iguales hallazgos.

Contra lo que decía la administración pasada, el fentanilo se produce en México, tanto que los registros oficiales dan cuenta de decenas de laboratorios desmantelados desde 2018 e incluso en el actual sexenio.

Igualmente, los entrevistados en el reportaje alertan a las autoras del mismo sobre el riesgo real de que durante la sesión en que cocinan las drogas, la autoridad les descubra y ellos tengan que huir.

De forma que la insistencia del Gobierno de que no “es creíble” la rudimentaria forma del “laboratorio”, con cervezas abiertas y salsas caseras, es un ardid para desviar la atención del tema sustancial.

La precariedad de los equipos de protección que medio portan los entrevistados por TNYT es parte de un problema netamente mexicano, para nada estadounidense, y por tanto del Gobierno de Sheinbaum.

México pone los muertos de esta guerra y no solo aquellos que caen en enfrentamientos entre bandas y con fuerzas policiales, sino también por inhalar gases tóxicos o por engancharse a adicciones alentadas por los criminales para controlar a sus sicarios y pandillas.

Nuestro país pierde, cíclicamente, camadas de adolescentes y jóvenes que por coacción o por supuesta rentabilidad económica se enrolan en las filas del narco, como ‘halcones’… o como cocineros.

Al intentar desmentir al Times, el Gobierno provocó que resucitaran varios reportajes, mexicanos y de autores y medios foráneos, sobre el mismo fenómeno: materiales que muestran cómo se prepara en México el fentanilo que infesta a Estados Unidos.

¿Pero sabe usted qué es el fenatanilo?

Déjeme le cuento:

El fentanilo pertenece a la categoría de los opiáceos (que pueden ser de origen natural o sintético), uno de los analgésicos más potentes de los que dispone la humanidad.

La sustancia natural, conocida como opio, se obtiene de la planta Papaver somniferum–más conocida como adormidera, cuyo uso es conocido desde la antigüedad.

Pese a ser fármacos muy útiles en la medicina, en los últimos años se ha registrado un rápido crecimiento del mercado negro de los opiáceos sintéticos.

Es la nueva moda en el mundo de las sustancias psicoactivas. Estos compuestos estupefacientes tienen propiedades similares a la morfina y a la heroína, pero su potencial adictivo y su toxicidad son mayores.

A esto hay que añadir que son más baratos de fabricar y, por lo tanto, económicos para el consumidor, incrementando el riesgo de sobredosis.

Y entre esos nuevos fármacos de laboratorio destaca el fentanilo, 50 veces más potente que la heroína.

Sintetizado por primera vez en 1960 por el médico e investigador belga Paul Janssen, fue utilizado a partir de 1963 como analgésico intravenoso.
Pero en los años 70 y 80 empezó a consumirse con otros fines.

En nuestro organismo existen más de 20 péptidos opiáceos endógenos, como las endorfinas, las encefalinas y las dinorfinas.

Actúan mediante receptores específicos y facilitan que sustancias sintéticas como el fentanilo tengan lugares específicos donde producir sus efectos.

Sabemos que, dentro del sistema nervioso central, dichos compuestos estimulan lo que conocemos como sistema cerebral de la recompensa.

Este circuito comprende diferentes estructuras –corteza prefrontal, área tegmental ventral, núcleo accumbens– y se encarga de regular el placer, memorizar estímulos de nuestro entorno, facilitar el aprendizaje y controlar nuestros comportamientos.

La potente estimulación que inducen las drogas sobre este sistema provoca neuroadaptaciones (cambios cerebrales) y promueve la tolerancia (harán falta cada vez más dosis para alcanzar los efectos deseados), la dependencia, la adicción y el síndrome de abstinencia.

El efecto placentero o reforzante producido por el fentanilo depende del sistema dopaminérgico mesolímbico, las vías que usa el neurotransmisor dopamina para distribuirse por el cerebro.

Sin embargo, tras un consumo continuado comienzan a producirse las primeras neuroadaptaciones que afectan al estriado dorsal, región implicada en la formación de hábitos. Los órganos finalmente reclaman la droga.

Si el consumo se interrumpe, aparece un estado emocional negativo que pone en marcha el circuito del estrés.

Entonces aumenta la liberación del neurotransmisor noradrenalina, se enciende la amígdala y se incrementan los niveles del factor de liberación de la corticotropina, una hormona también relacionada con la tensión emocional.

Este torbellino de reacciones provoca síntomas vinculados a la activación del sistema nervioso autónomo, cuya función es regular la actividad de los órganos internos –corazón, hígado, órganos reproductores, glándulas sudoríparas, etc.– para adaptarse a las demandas del medio.

Son los temblores, sudores, vómitos o taquicardia con los que se manifiesta el síndrome de abstinencia cuando cesa la administración de la droga.

Además, la aparición del ansia por conseguir y consumir la sustancia se relaciona con neuroadaptaciones en la corteza cerebral, el hipocampo y la amígdala, que intensifican el deseo ante las señales asociadas al consumo.

Todas estas transformaciones promueven la adicción, una enfermedad crónica, por lo que dejar de tomar fentanilo resulta cada vez es más complicado.

El organismo ha generado la necesidad de la droga para poder funcionar.

La crisis del fentanilo es, en muchos sentidos, simplemente la ola más reciente de una crisis de opioides que comenzó con la prescripción excesiva de analgésicos en la década de 1990.

Las pastillas recetadas dieron paso a la heroína en la década de 2010, seguida rápidamente por una afluencia de fentanilo y otros opioides sintéticos unos años más tarde.

A medida que el fentanilo llegó a dominar el mercado de drogas ilícitas, reemplazando por completo a la heroína en muchos lugares, las muertes por sobredosis se dispararon.

El mayor porcentaje de fentanilo que consume Estados Unidos proviene de México, utilizando precursores de procedencia China.

Pero ésta es otra historia que pronto le contaré…

 

 

 

About The Author

Related posts