Por Alejandro Mondragón
La advertencia de guerra arancelaria, lanzada por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, contra México si bien prendió los “focos rojos”, develó una alianza política de trascendencia.
Los últimos presidentes del país gozaron del veto del poderoso Grupo Monterrey. El último mandatario que pudo llevar la relación fue Carlos Salinas de Gortari.
A Ernesto Zedillo no le perdonaron el error de diciembre del 1995, cuando sus deudas en dólares se triplicaron de la noche a la mañana.
Con Vicente Fox toda la expectativa de cambio terminó en desilusión. A Felipe Calderón siempre lo consideraron un dogmático, incapaz de darle su lugar al capital regio en la transformación nacional.
A Peña Nieto lo pendejearon, y a Andrés Manuel López Obrador lo mantuvieron alejado. Su izquierdismo llevó incluso a la ruptura total cuando sus más cercanos consideraron “mártires” a los integrantes de la Liga 23 de septiembre que asesinó al patriarca del grupo Monterrey, Eugenio Garza Sada.
Peeeero ahora que la presidenta Claudia Sheinbaum presentó su consejo asesor para las negociaciones del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, aparecieron como integrantes destacados regios del Grupo Monterrey.
Emilio Cadena, Prodensa; Raúl Gutiérrez, DeAcero; Blanca Treviño, Sofftek; y Armando Garza Sada, del poderoso Grupo Alfa. Nada más.
Una alianza impensable en tiempos de canallas que pretenden dinamitar cualquier puente de Sheinbaum con diversos sectores.
Tener de su lado al grupo Monterrey, sin duda que es una señal para quién sepa leer de juegos de poder.
