Por Valentín Varillas
Recuerdo que a mediados de 2022 asistí invitado por el Club de Empresarios a un desayuno con Ildefonso Guajardo.
Un hombre brillante que fue parte fundamental en la revisión del nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en tiempos de Enrique Peña Nieto.
Habló de que a México le esperaba un escenario apocalíptico en materia económica.
Que la administración del Presidente López Obrador no iba a poder con las consecuencias de la pandemia.
Que la inversión productiva, nacional y extranjera sería prácticamente nula, que el capital buscaría afuera mejores tasas de interés o bien escenarios de mayor estabilidad política.
Y lo peor: pronosticaba que los empresarios gringos ya no sentarían, jamás, sus reales en México.
No le atinó.
Al cierre de 2023, la inversión productiva en México alcanzó un máximo histórico: 6.22 billones de pesos.
De ellos, 5.52 billones corresponden a inversión privada.
En el primer trimestre de este 2024, la inversión extranjera directa rompió también un récord histórico: 20 mil 313 millones de dólares, lo que representa un 9% más que el año anterior.
Pero además, dentro de esta visión fatalista, ocupó un lugar de privilegio el sector automotriz nacional.
Ese de plano se caería en pedazos, teniendo como consecuencias fatales el cierre de plantas de armadoras extranjeras y la pérdida masiva de empleos.
En este 2024, a pesar de la huelga de Audi al inicio del año, México alcanzó el mejor registro de unidades de producción desde 2019.
Por su parte, las ventas al exterior alcanzaron una cifra récord en la historia de la industria automotriz.
La producción de vehículos ligeros creció 9.6% con respecto al 2023 y las exportaciones aumentaron un 6.8% en comparación con el año pasado.
En el caso de Puebla, la reconfiguración de plantas tanto de Volkswagen como de Audi, tendrán como consecuencia el que lleguen millonarias inversiones para el estado.
En el caso de VW serán 942 millones de dólares.
En el de Audi, 1,081 mdd.
La inyección de recursos será destinada a la transición hacia las energías limpias, por lo que la inversión productiva es a muy largo plazo.
¿Y entonces?
Es evidente que, a pesar de su innegable talento, Guajardo se ha dejado cegar por sus filias y fobias políticas personales.
Que éstas han sido tan grandes, que le han nublado el sentido común, alterando el discurso supuestamente realista que está obligado a manejar en los distintos foros a los que acude como analista de la realidad económica nacional.
Tal vez como consecuencia de esa visión parcial, sesgada, que tan poco se ajusta al momento por el que atraviesa el país, Guajardo decidió integrarse oficialmente a la fallida campaña presidencial de Xóchitl Gálvez.
También, como con el supuesto desastre económico nacional, Ildefonso pronosticó que la candidata opositora ganaría sin problemas la presidencia de la República.
No acertó, ni de cerca.
Como otros agoreros del desastre que han tenido que ausentarse del debate público nacional, porque de plano no dan una.
Penoso.