Por Alejandro Mondragón
Tampoco se trata de la primera vez, menos la última, que la oposición se junta para convocar a un paro nacional en contra de las decisiones del poder en turno.
En 1982 fue con la estatización bancaria; en el 1988 contra el fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari; en 1995 por el alza del IVA y la quiebra de familias que permitió la creación de El Barzón; en 1997 por la ola de secuestros.
Ya en el 2000 por el cambio democrático; en 2006 por el fraude de Calderón contra López Obrador; en 2014 por los desaparecidos de Ayotzinapa; en todo el sexenio de Andrés Manuel por la falta de medicinas, la intentona de desaparecer al Instituto Nacional Electoral y luego al órgano de Transparencia.
Ahora, por la reforma al Poder Judicial se convoca a Paro Nacional para este miércoles, en el que ya todos los trabajadores y empleados de la Corte y Consejo de la Judicatura han suspendido labores.
La experiencia en todos esos años, demuestra que tampoco pasa nada, ni cuando pasa.
Los paros, las huelgas cívicas, las manifestaciones, bloqueos y demás concluyen, sin que el sistema se mueva un centímetro.
Es el poder que creen obtuvieron del pueblo para concretar sus reformas, a rajatabla. Sentirse omnipotente.
El problema que se exhibe es la falta de hacer política y más política para resolver los entuertos o desactivar enconos.
Lo vemos ahora en todos los frentes, después de una jornada electoral, en la que Morena y sus aliados se llevaron todo, la oposición reducida a su mínima expresión no le queda más que sus 15 minutos de pataleo, resumidos en su paro nacional para este miércoles.
Mejor pongámonos a trabajar.
