Por Valentín Varillas
Terminó la guerra de partidos por el poder.
Lo que no se acaba, es el seguimiento legal de una serie de conductas que se llevaron a cabo durante las campañas y que fácilmente serán tipificadas como delitos.
Las carpetas de investigación están abiertas y siguen su curso.
Sin prisa, pero sin pausa.
Se van integrando cada vez de manera más completa, a través de las respectivas declaraciones de los directa e indirectamente involucrados.
La Caja de Pandora se abrirá irremediablemente.
Hasta el momento, han caído por su propio peso los burdos montajes que se operaron en la estrategia de victimización de los candidatos opositores.
El falso atentado y el inexistente “tortero asesino”, se desinflaron una vez que sus protagonistas tuvieron que explicar los hechos ante el MP.
Sus abogados y asesores legales, seguramente les explicaron los riesgos y consecuencias de falsear sus versiones ante la instancia encargada de procurar justicia.
Hoy, son ya petardos gastados.
Pero hay otros que siguen más vivos que nunca.
El de la infiltración de los grupos de facto en el desarrollo y financiamiento de las campañas de los abanderados del grupo opositor, por ejemplo.
Sus ligas, compromisos, acuerdos y pactos inconfesables.
Los detenidos han aportado información muy valiosa, en un intento desesperado de disminuir sus condenas.
Y todo encaja de manera perfecta.
Con la precisión y certeza de una joya de la relojería suiza.
Quedan poquísimos cabos sueltos, pero están plenamente identificados los nudos que los atan.
La conclusión será de antología.
El segundo tema que trasciende la coyuntura electoral es el ataque -ese sí real- a las oficinas de campaña de Pepe Chedraui.
Los videos, de amplia difusión en las redes sociales, han sido fundamentales en el desarrollo de las investigaciones.
El ojo entrenado de los encargados de las mismas, han encontrado auténticas joyas.
Hilos de madejas que fácilmente están siendo desenredados, con el objetivo de saber exactamente, sin ninguna duda, quién y por qué se ordenó esta agresión.
La disputa por el electorado no debe de darle a nadie carta blanca para hacer y deshacer a placer, violando sistemáticamente la ley.
Así que, la apuesta por la desmemoria no les va a resultar.
Y aunque nuevamente se intentarán vestir con el traje de las eternas víctimas y acusarán un uso faccioso de las instituciones públicas para cuestiones electorales, lo cierto es que los en teoría puros, buenos y virginales de la política, serán exhibidos una vez más.
Quedará bien claro, otra vez, quiénes son y qué son capaces de hacer cuando está de por medio llegar al poder.
En el desenlace estas historias no habrá sorpresas, sólo sorprendidos.
Y serán los mismo que siempre se han sentido merecedores de un estado de derecho de excepción que hasta la fecha ha sido para ellos una fuente inagotable de impunidad.
Ya no más.