Les falta valor para la autocrítica, pero es evidente que los mejores aliados de la 4T en lo electoral, han sido los presidentes de los principales partidos de oposición.
Esos que lo han perdido todo y que hoy premian su mediocridad con un escaño en el Senado de la República.
Son los que le entregaron el país al presidente.
Por miedo, lana o lo que sea, pero en sus penosas gestiones le pusieron en charola de plata 17 gubernaturas al oficialismo.
Con ese palmarés, todavía hoy se atreven a victimizarse.
A decir que les robaron, que el árbitro a quien tanto defendían al final se vendió y que la enorme mayoría de quienes los repudiaron en las urnas lo hicieron debido a su supina ignorancia.
Increíble.
Markito y Alito, así, enanitos políticos, han aplicado a rajatabla aquella máxima de “perder elecciones, manteniendo privilegios”.
Se tenían que haber ido desde hace años.
Son un cáncer que se ha extendido de tal manera al interior de sus partidos, que hoy los tienen en sus mínimos históricos de votación.
Pero los dejaron crecer.
A través de pactos inconfesables con el grupo político en el poder, se mantuvieron a sangre y fuego como los responsables de diseñar y operar la estrategia electoral para este proceso.
Sí, con esos antecedentes de derrota tras derrota, se autodenominaron generales para enfrentar la más importante de sus batallas.
Y luego se preguntan el por qué pasa lo que pasa.
Lo más increíble es que, a pesar de su ridículo desempeño como presidentes de partido y que han declarado que sus respectivos ciclos han llegado a su fin, quieren llevar las riendas de sus procesos sucesorios.
Sí, quieren dejar en el cargo a sus auténticos incondicionales.
Los que se han formado y crecido políticamente a su amparo.
En pocas palabras, a quienes son una copia al carbón de ellos.
Vaya negro panorama.
Si con los números del domingo pasado, la oposición no entiende que le urge un intenso proceso de renovación, merece una muerte lenta y dolorosa.
Sus militantes y simpatizantes no merecen los ridículos líderes de pacotilla que les ha tocado sortear en los últimos seis años.
Y en Puebla, parece que tampoco entienden nada.
Todo parece indicar que será Eduardo Rivera, candidato que perdió la gubernatura por cerca de 900 mil votos –récord de récords- el que se quede como próximo líder estatal de Acción Nacional.
Así ¿cómo?- diría el clásico.