Por Jesús Manuel Hernández
Ha resultado chocante la lista de innumerables justificaciones de la oposición por no haber ganado las elecciones, por desgracia, casi todos los candidatos culpan al contrario, ven la paja en el ojo ajeno, pero no en el propio.
Una voz nacional apunta en otro sentido, la de Germán Martínez Cázares, quizá el tipo de político que esté llamado a adecentar la actividad de la oposición, hasta ahora llena de suciedad y compromisos.
¿Se habrá preguntado el equipo, no muy compacto, de Xóchitl Gálvez, las verdaderas razones de la derrota?
Los cercanos decían de ella que tenía la capacidad y el entendimiento para plantarse frente a López Obrador y que había asumido por completo el riesgo de que perdiendo ella, se abriría el espacio para conseguir escaños federales, a eso le apostaron quienes promovieron la llegada de Xóchitl.
Un ejemplo muy cercano lo vimos en Puebla. A Lalo Rivera le tomó más tiempo del necesario decidir si aceptaba o no la candidatura para gobernador, a ciencia cierta no se sabe el por qué, luego entonces la especulación afloró, ocupó mucho tiempo en maniobrar sus intereses, meter a su esposa en la lista de plurinominales fue una señal contradictoria para sus seguidores, algunos de ellos quedaron fuera de las candidaturas y advirtieron sobre la proximidad de la derrota.
Un grupo presionaba para que Lalo buscara la reelección por la capital, entendía ese grupo que el Estado se había volcado por Alejandro Armenta.
Pero los “grillos” le hablaron al oído e incluso su influencia provocó el retraso en la conformación de la planilla de Mario Riestra, bien calificado en el inicio, pero totalmente cercado por las negociaciones de Lalo.
Pero los asesores de Rivera justificaban todo en aras de la tierra prometida, del triunfo.
Un triunfo anhelado por décadas, un militante del PAN, probado, que siempre actuó en consecuencia de quienes lo avalaron, los mismos que presionaron a Rafael Moreno Valle para que lo aceptara como candidato a Presidente Municipal, la primera vez, cuando los pronósticos eran contrarios, la sentencia morenovallista era “el PAN no gana solo”, fue entonces cuando la especulación llegó a voltear a buscar a Enrique Doger, pero el grupo aval presionó, y volvió a presionar, e hizo candidato a Lalo, el primer gran escalón para la gubernatura, pensaron.
En tiempo reciente esas fuerzas, ese peso al interior del PAN permitió la llegada de Tití Díaz de Rivera a la dirigencia estatal con la ficha oculta del control en manos de Marcos Castro Martínez.
Curioso resulta ahora que Tití quiere dejar en manos de Lalo la dirigencia estatal.
Errores centrales, ineficiencia, inexperiencia, soberbia, arrastraron a los candidatos y sus circunstancias y una ceguera sobre la verdadera fuerza del movimiento oficialista.
Además un desprecio por las fuerzas tradicionalmente amigas del PAN, porque, muchos se preguntan ¿de qué lado estuvo la iglesia? Y surgen reflexiones y anécdotas, cobros, amenazas, escuchas, ¡uf y recontraúf, todo un estuche de monerías!
Valdría la pena que los derrotados hicieran una introspección, y en consecuencia que aparezca la figura para adecentar al partido.
Pero no, no ha sucedido, y quizá nunca suceda, pesan más quienes desde atrás, en lo oscurito, en el cuarto de guerra hacen fiesta de la derrota.
Visto así el escenario ¿habrá alguien capaz de pedir cuentas a los responsables de organizar la campaña, de crear el mensaje, de equivocar el objetivo?
Ahí están los miembros del Grupo de Andrea y Sergio de Ojiva, ampliamente recomendados por Anaya, Diego y otros; Vázquez, Bernardo y sus amigos que ganaron por las asesorías, pero perdieron la plaza.
Quizá en conciencia ni cuenta se hayan dado o en el fondo lo hayan deseado.
O por lo menos, así me lo parece.