Por Alejandro Mondragón
El entonces gobernador Antonio Gali Fayad se disculpó con directores de medios y periodistas que lo acompañaron a la comida de fin de año, en Casa Puebla.
El helicóptero ya lo esperaba para ir a la Secretaría de Gobernación, encabezada ya por Olga Sánchez Cordero.
Fue una semana antes del fallo final en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre la elección en Puebla, entre Martha Érika Alonso y Luis Miguel Barbosa.
Diciembre del 2018, mes en el que todo cambió en Puebla, marcó además el ocaso en la relación Rafael Moreno Valle y Antonio Gali Fayad.
Tony acudió a la Ciudad de México a analizar el tema del gobierno interino. Estaba convencido que se repetirían las elecciones y quizá con otros contendientes.
Cuentan que al regreso de la capital del país ya lo esperaba el entonces senador Moreno Valle con cara de pocos amigos. Reproches, gritos y acusación de traición, porque Rafael se enteró a lo que había Gali a Gobernación.
Una semana después, la apuesta de repetir comicios se cayó, con el fallo a favor de Martha Érika Alonso como gobernadora de Puebla.
Los morenovallistas nunca confiaron en Gali, al grado que ellos boicotearon el proyecto para que la mini gubernatura no fuera de 4 años y medio, como quería el galismo, sino de un año y diez meses.
Los acuerdos implicaban mantener en nómina a toda la estructura morenovallista que se iría a la precampaña presidencial panista, 80 millones mensuales para gastos, y lo que era intransitable para Rafael: pactar con sus enemigos.
Moreno Valle siempre supo lo que hacía y decía Gali. Lo tenía pinchado.
El colofón de esa relación que acabó rota fue el desdén de Moreno Valle a Gali en la toma de posesión de Martha Érika, como bien lo recuerda el periodista Mario Alberto Mejía.
Lo demás es historia conocida.
