Por Alejandro Mondragón
En lo que ya se conoce como El Arca de Alejandro Armenta cabe de todo… hasta los impresentables.
En Morena, después de la selección de las cartas a presidencia (Claudia Sheinbaum), gubernatura (Alejandro Armenta Mier) y alcaldía de Puebla (José Chedraui Budib), no se trataba de un tema de unidad, sino de sumar votos; no restar sufragios.
De mostrar a poblanos y poblanas que la madurez del movimiento de la Cuarta Transformación se basaba en la ética política para desterrar el nepotismo, influyentismo y favoritismo.
La sin razón llegó al extremo de la contradicción. Sheinbaum y Armenta coinciden en que fundadores/as no ganan encuestas ni elecciones, pero acabaron por incluirlos en diputaciones federales, locales y alcaldías.
Peeero además las originarias acabaron por calmarse con cualquier hueso. Perdieron toda la dignidad.
En el Arca de Alejandro metieron desde violentadores, Andrés García Viveros, en la planilla de Pepe Chedraui ¿con qué cara usarán a Inés Saturnino de bandera para atacar la oposición?
Las familias también van, Los Rivera Vivanco se quedaron con diputaciones federal (Claudia) y local (Roberto Zataraín), de quienes Morena con Miguel Barbosa durante cuatro años los señalaron de corruptos y carentes del respaldo social real.
La unidad fue mal entendida porque los gandallas aprovecharon ese resquicio para llevarse posiciones, en aras de lo que Morena prometió combatir: la traición y la mentira.
Los Montero se la jugaron abiertamente por Armenta en la interna de Morena. Había acuerdos que acabaron por postular a la ex enfrentada con la familia, pero al nieto marginarlo de la diputación.
Reza la máxima del poder: quien premia al traidor, acaba traicionado.
Y al final, tampoco lloren.