28-04-2024 11:42:45 AM

El parricida que mutó a suicida

Por Valentín Varillas

 

Fernando Morales no vale ni el 5% del total del electorado que pretende participar en el proceso de junio próximo.

Con ese promedio aparece en todas las encuestas que hasta el momento se han publicado.

Chiquito, muy chiquito.

Como siempre.

La historia de su carrera en la política y el servicio público.

Ni más ni menos.

Sin embargo, él vive otra realidad.

La del gran estadista, la del que se siente el novedoso reformador.

No, no lo es.

Ni lo será jamás.

Siempre con dueño, se mueve en las sombras para servirle a cabalidad a su amo en turno.

Así lo hizo con el PRI poblano por órdenes de Rafael Moreno Valle.

A partir de su victoria en las urnas, gracias a Fer el esquirol, anuló políticamente al tricolor.

Lo infiltró para jugar con un palero a modo todo su sexenio.

Casi al mismo tiempo, intentó matar políticamente a su propio padre.

Pidió públicamente su retiro de la vida pública nacional, por razones de edad, cuando Melquiades tenía todavía mucha cuerda para andar.

Pedía a gritos oportunidades para los “nuevos valores” del priismo poblano, lista en donde se encontraba él en primerísimo lugar.

Así nació el famoso mote de “parricida”.

Y lo fue por duplicado: asesino de su progenitor y del partido en donde se formó.

Pero además, se trata del microcosmos en donde Morales Martínez no sólo pudo establecer vínculos que lo tienen hoy activo, sino que le dio acceso a una nada despreciable fortuna.

Nada mal.

¿Qué hubiera sido de él sin el cobijo de su padre?

Aquel que llegó a convertirse en un incómodo obstáculo para sus intereses.

¿Y sin el PRI?

¿Dónde estaría de no haberlo metido Melquiades por la puerta grande del tricolor?

Uff.

Seguramente viviría una  realidad muy distinta.

Imagínelo: no tendría el control del partido naranja en Puebla, ni los beneficios de los millonarios negocios que ha podido hacer al amparo del poder.

Nada que ver.

Hoy le juega al revolucionario, al desestabilizador.

Pero es muy burdo.

Deja huellas.

Genera facturas que, como siempre en la política, tarde o temprano acaban saldándose.

Y de qué manera.

Con multas, recargos y actualizaciones.

La génesis de un inminente suicidio político.

No tarda.

Ya lo verá.

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