Por Jesús Manuel Hernández
Apenas en junio del año pasado durante su gira por Tamazunchale, San Luis Potosí, Andrés Manuel López Obrador aseguraba que rumbo al 2024 no habría tapados y menos cargadas.
Lo dijo mas o menos así: “Yo recomiendo a los que están participando, a todos les recomiendo… ya no es como antes que era el dedazo y que no podían hablar, decía don Fidel Velázquez: ‘el que se mueve, no sale en la foto´, y ahí estaban todos engarrotados. No, ya no hay tapado, ni hay destapes, ni hay cargadas, ahora es el pueblo el que va a decidir quién quiere que sea el candidato a la presidencia de nuestro movimiento”.
Pero como dice el refrán “las palabras se las lleva el viento” cuando no hay constancia, cuando se refuerza el dicho con los hechos.
Hace algunos años, 1982, al profesor Jorge Murad en su campaña para la presidencia municipal de Puebla le increpó un priista de la Colonia 10 de Mayo al referirse a las promesas de los candidatos anteriores, “don Jorge -le dijo- las palabras son hembras, los hechos son machos”, la reflexión fue aprovechada por don Jorge y salió entre aplausos.
La política poblana ha estado plasmada de ejemplos donde las palabras se las lleva el viento, y el cambio de chaleco viene a demostrar una de las prácticas más ancestrales derivada de lo dicho por Fidel Velázquez.
Y retomando el mensaje de AMLO en Tamazunchale, “ya no hay tapados, ni hay destapes, ni hay cargadas”, baste solo ver los sucedido en los últimos procesos electorales de Puebla, donde eso de “la cargada” se ha disfrazado de un acto de arrepentimiento, de contrición pública y alejarse de los partidos originarios para auto inmolarse frente al respetable y declararse fiel seguidor al movimiento en el poder, o sea la cargada ha vuelto, está de moda, ha sido puesta en valor por priistas y panistas en aras de un común denominador, no perder el poder.
El Diccionario del Español de México, resultado de las investigaciones sobre el idioma a partir de 1973, auspiciado por el Centro de Estudios Linguísticos y Literarios de El Colegio de México, explica así el fenómeno de “la cargada”:
1) Congregación de oportunistas, sobre todo en el ámbito político, que se reúne espontáneamente para adherirse a un personaje que tenga el poder o las mejores posibilidades de hacerse de él.
2) Irse o entrarle a la cargada. Adherirse una persona o un grupo, con todo empeño y de manera oportunista a la persona, al partido, etc. que cuenta con mayor posibilidad de triunfo o que tiene el poder: “Tan pronto se supo quién era el candidato, todos se fueron a la cargada”.
Más claro, ni el agua.
O por lo menos, así me lo parece.