Por Valentín Varillas
En términos de política real, la estrategia era muy buena.
Es más, empezaba a dar los resultados deseados.
El impacto mediático y en redes que tuvo el lanzamiento de la campaña de Samuel García superó las expectativas.
El mercado meta reaccionó todavía mejor de lo que se esperaba.
Además, impulsado por el aparato propagandístico oficial y con encuestas a modo, empezaba a permear en el imaginario colectivo del votante potencial que desbancaría con facilidad a Xóchitl Gálvez en el segundo lugar de las preferencias electorales.
La vieja táctica de perfilar a un esquirol a modo para dividir a los adversarios, navegaba en ese sentido sobre aguas tranquilas.
Sin embargo, se perdieron de vista detalles fundamentales que van más mucho allá de la percepción.
De entrada, si tu infiltrado ejerce un cargo de tanta importancia como una gubernatura, antes que nada hay que amarrar perfectamente el tema de la sucesión.
Saber perfectamente qué marca la ley en el tema y ser escrupuloso en el respecto al estado de derecho.
Si no tienes un congreso cuya mayoría sea de tu partido, el cabildeo y la negociación en términos de quién va a ocupar tu lugar mientras sudas tu calentura presidencial, tiene que ser impecable.
Aquí no lo fue.
Samuelito jamás tuvo un legislativo incondicional, a modo, que respondiera sin chistar a sus órdenes y caprichos.
Más cuando, en tu paso por la gubernatura, tienes ya importantes irregularidades en el manejo de los recursos del erario.
Un suicidio político.
Regalo adelantado de navidad para los opositores a su gobierno.
Al no poder imponer a su marioneta y ver que su administración quedaría en manos de uno de sus enemigos políticos, no quedó otra que recular.
Y fue penoso el resultado.
Sobre todo, por la contradicción monumental en el manejo discursivo.
Samuel manejó siempre que no jugaba los intereses electorales de la 4T.
Que le sobraban tamaños para gobernar el país.
¿Y entonces?
¿Por qué dejar la presidencia por continuar al frente del gobierno de Nuevo León?
Cambió el premio mayor por un simple reintegro.
Para que al final acabara donde estaba.
Eso sí, cargando un monumental desprestigio a cuestas que impactará directamente al prestigio de su partido y a las aspiraciones de los candidatos que Movimiento Ciudadano perfile a los cargos de elección popular que estarán en juego el próximo año.
A todos, absolutamente todos les afectara en términos de credibilidad e imagen.
Demostraron ser el partido meretriz del régimen y eso será demoledor en términos de su desempeño electoral el próximo año.
Ahí la llevaban dividiendo al votante oposición.
Hoy corren el riesgo de lograr lo que parecía imposible: revivir la teoría del voto útil.
Es decir, que una parte del electorado que jamás votaría por Morena, de los indecisos y de quienes no han decidido todavía si votarán o no, cierren filas en torno a la candidata del frente Opositor, con tal de que la 4T no repita en la presidencia de la República.
¿Les alcanzará?
Pareciera que no, pero habrá que esperar las encuestas y mediciones.
Lo que seguramente logrará el gobierno, llevando a Samuel García como general de este remedo de conspiración idiota, será cerrar innecesariamente la cómoda distancia que existe hoy entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
¡Qué pinche necesidad!