Por Rocío García Olmedo
Sin duda en el imaginario colectivo quedó claro, que la estrategia que ideó el presidente en la figura del gobernador-precandidato, con el único propósito de dividir la votación de la elección presidencial del próximo año, fue fallida.
La persona que se prestó a ello fue el gobernador de Nuevo León, vía el juego simulado para su proceso de postulación del presidente nacional del partido político Movimiento Ciudadano (MC) y por supuesto la reiterada defensa y protección que en todo momento mostró el propio presidente López Obrador.
Este juego simulado, derivó en otro juego que pretendió hacer el propio gobernador-precandidato a la mismísima Constitución de su entidad, demostrando sin duda, que muy lejos está de ser una persona capaz, apta, idónea, para ocupar un cargo público. Sumándose a ese grupo de personas que han provocado que la ciudadanía no crea en la política.
Lamentablemente la entidad federativa que gobierna tendrá que recibirlo nuevamente como gobernador hasta que termine su encargo, a menos que decida tan sólo por ética pública no regresar a ocupar esa alta responsabilidad y retirarse de los cargos públicos, habiendo demostrado que no son para cualquiera, cuando menos hasta que tenga una mayor formación y experiencia para no seguir deteriorando esta disciplina.
Seguramente muchos neoloneses deben estar arrepentidos del voto que le otorgaron.
Todo esto que acaba de suceder me recuerda la lectura de uno de los Cuadernos de Ética para Servidores Públicos (2009) que relata que los antiguos griegos sostenían que para ocupar un cargo público eran necesarias al menos tres condiciones: a) Capacidad para el cargo, b) Lealtad para la Constitución y, c) Virtud y Justicia, este ensayo sobre la “Necesidad de la Ética Pública.” hoy debiera ser de obligada lectura.
Pensando en ello ¿Hemos encontrado cuando menos alguna de estas tres condiciones en las personas que hoy gobiernan? Porque el próximo año estaremos tomando decisiones políticas al momento de votar y podríamos llevar a cargos públicos a personas no necesariamente aptas para el momento que vivimos actualmente.
El análisis de resultados de gobierno puede ser un factor muy importante para nuestra toma de decisión y eso justo ahora podemos hacerlo ya que recientemente se hizo un recuento de cinco años de gobierno.
Más allá de las obras emblemáticas que cada año el presidente vuelve a mencionar, la ampliación de programas sociales y el aumento el salario mínimo, ¿se ha cumplido los compromisos asumidos al inicio del gobierno?
Primero observamos que esa polarización recurrente a cinco años lo que ha dejado es un país dividido ¿esto es positivo?
Sólo algunos datos documentados por diversos/as analistas y expertos/as lo reflejan: No fueron regresadas las fuerzas militares a los cuarteles, al contrario se fortalecieron pero ¿esto redujo los niveles de inseguridad? Creo que no, se han generalizado; en cambio sí hay una militarización del quehacer público, hoy además construyen y administran empresas estatales.
En materia de salud más de tres millones de muertos por el fracaso de la estrategia de salud ante la pandemia y sus efectos colaterales; desabasto de medicinas y con una infraestructura cada vez más deteriorada. El proyecto educativo aún no puede medirse.
La corrupción y la impunidad no se han eliminado como fue el compromiso. Se lucró en mucho con el caso Ayotzinapa, aún no se resuelve. La violencia se ha incrementado. El crimen organizado extendido. Se trastoca el Estado de Derecho.
Muchos compromisos pendientes, muchos otros incumplidos.
Falta conocer las consecuencias negativas que aún no pueden dimensionarse y que le tocará enfrentar, atender y resolver a la siguiente gestión.
Estas consecuencias requerirán que todas, todos, observemos al menos las tres condiciones necesarias para ocupar un cargo público en las personas que pretenden gobernarnos. No seguir permitiendo esos juegos simulados que están fuera de la ley; y un poco de ética-política caería muy bien.