Por Valentín Varillas
Como estrategia desesperada para revertir la contundencia de las encuestas que marcan una diferencia abismal entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, intelectuales y periodistas críticos a la 4T le han dado un inusual juego a Gabriel González Molina.
Quien se vende como especialista en el tema de las encuestas y la demoscopia, escribió recientemente “Switchers S2”, un libelo en donde asegura que para el 2024 la moneda está en el aire.
Que serán los indecisos o “switchers”, ese segmento de los votantes potenciales que él mismo define como un “hoyo negro” quienes al final inclinen la balanza.
Y que además, el 65% de aprobación que registra el presidente López Obrador no será factor que determine el voto a favor de Morena, como sí lo fue el 28% que tenía Peña Nieto para definir la debacle del PRI.
Raro, muy raro.
Vaya rayo de esperanza para quienes han visto a su candidata rezagada por 26, 30, 38, y hasta 50 puntos porcentuales, en todas las encuestas serias que se han publicado hasta el momento.
Juran personajes como Héctor Aguilar Camín, que el escenario que presenta González Molina es impecable en su análisis y que además, este personaje se ha caracterizado siempre por su enorme certeza la momento de predecir el comportamiento del electorado en las más recientes e importantes coyunturas electorales.
Ojalá como experto en demoscopia, González Molina sea más eficiente que como asesor de comunicación e imagen.
Ese cargo lo tenía con Mario Marín en el momento en donde le explotó el escándalo Lydia Cacho.
Gabriel fue el encargado de la estrategia de control de daños.
Una de las peores de la historia.
De entrada, fue quien envió al cadalso al entonces gobernador, mandándolo a salvajes entrevistas a los principales espacios noticiosos de Televisa.
Juró y perjuró que ya había acordado con “su amigo” Bernardo Gómez que le dieran un trato privilegiado que lo reivindicaría en términos de opinión pública.
Tanto López Dóriga, por teléfono, como Loret de Mola, en vivo, lo hicieron pedazos.
González Molina es el autor intelectual de aquella memorable frase de: “es mi voz pero no es mi voz”, la que motivó que Marín se convirtiera en involuntario protagonista de varios programas cómicos.
Peor imposible.
Hasta la fecha, el mote del “góber precioso” lo acompaña hasta su celda en el penal de El Altiplano.
Ta vez como especialista en encuestas, Gabriel sea más honesto que como funcionario público.
Como Director del Instituto Estatal para la Productividad Competitiva, organismo público descentralizado, sectorizado a la Secretaría del Trabajo y Competitividad, en el sexenio de Mario Marín, González Molina impartió un curso de detección de talentos a quienes en la coyuntura del proceso federal del 2009, aspiraban a convertirse en candidatos del PRI.
Utilizó instalaciones y recursos públicos del gobierno estatal para fines partidistas.
En teoría, esta instancia tenía como razón de ser la orientacón a empresas poblanas a través de cursos de capacitación, además del otorgamiento de apoyos o subsidios para aumentar su productividad y competitividad.
Lo anterior motivó que el Comité Directivo estatal del PAN, a través de su entonces líder estatal Rafael Micalco, presentara una denuncia en contra de González Molina por el delito de peculado.
La Fepade consignó la averiguación previa 054/Fepade2009.
González Molina fue detenido en cumplimiento de la causa penal 033/2009 emitida por el Juez Décimo de Distrito, por violar el Código Penal Federal en su artículo 407.
Los amparos presentados por sus abogados no procedieron y después de casi dos años de procedimientos legales, el mismo Juez Décimo de Distrito lo declaró culpable de haber utilizado dinero público para fines partidistas.
Con estos antecedentes a cuestas, a Gabriel González Mollina le han dado la titánica labor de ir a contracorriente de todos sus colegas.
Vender, a como dé lugar y con cualquier argumento, que a la candidata opositora le va a alcanzar para competirle a la 4T la presidencia en el 2024.
A ver qué nos dice en su momento el juez tiempo.