Por Alejandro Mondragón
Todos tienen prisa por destaparse, levantar la mano y promoverse, menos al alcalde de Puebla, Eduardo Rivera Pérez.
Tampoco cede a presiones dentro y fuera del Partido Acción Nacional. Lleva su propia agenda.
Sus críticos lo acusan de tibieza, sus cercanos de prudente, lo cierto es que, sin destaparse, Rivera Pérez lleva la agenda de la sucesión.
En las encuestas siempre aparece como el candidato a vencer en 2024, ¡sin destaparse!
Unos aspirantes de Morena lo retan al debate, otras suspirantes sobredimensionan cualquier problema en la capital para achacárselo.
Lo cierto es que el presidente municipal de Puebla va en el ritmo que él quiere para encabronamiento de todos.
En la euforia electoral, a veces se pierde de vista que los acuerdos que tiene Rivera Pérez -con otros niveles de gobiernos- existen por su calidad de presidente municipal de Puebla, no por ser ya el candidato de un partido antagónico al de esas autoridades.
Hace unos días, el edil solicitó más recursos federales para la capital, usted cree que Andrés Manuel López Obrador analizaría su propuesta si anduviera en campaña.
O acaso el gobernador Sergio Salomón realizaría conjuntamente las fiestas patrias con un Eduardo Rivera, candidato.
Me parece que no. La investidura enfría calenturas políticas y abre espacios de negociación.
Una vez que arranque el proceso electoral local, noviembre del 2023, y se definan convocatorias, entonces ya no habrá investidura que resista definiciones.
Por lo pronto, que los desesperados sigan en lo suyo: reclamar lo que todavía aún no toca.
