04-05-2024 02:23:20 AM

Impunidad disfrazada de justicia

Por Yasmín Flores Hernández

 

¿Qué características debe de tener una víctima de violencia de género?

 

Traigan a su mente, la imagen de esa víctima, cómo luce una mujer violentada, cómo es.

 

Exacto. Creemos identificar que las víctimas seguro tienen baja autoestima, son inseguras, no saben poner límites, son calladas y -en muchas ocasiones- nos atrevemos a decir que ellas mismas se lo buscaron.

 

Pero no, el estereotipo que hemos perpetuado en la mente hace muy difícil que podamos reconocer a una de ellas.

 

Ahora bien, replanteo la pregunta ¿en qué me parecía yo, en qué te pareces tú, a todas esas víctimas de violencia de género que hay todos los días en las noticias?

 

No luzco como una víctima, todos esos miedos de reconocerme como una y verme vulnerable, son las mismas que comparten muchísimas mujeres.

 

Hace tres años fui víctima de violencia de género Yo era diferente a lo que ya mencioné. Quienes me conocen consideran soy de fuerte de carácter y, aun así, fui acosada, amenazada, humillada y discriminada.

 

Hoy tengo la necesidad -que grita desde el fondo de mi corazón- de hablar.

 

Denunciar me costó mucho trabajo; fueron días pensando y analizando qué era lo mejor. Mis ideales y el ejemplo a mis hijos, de no permitir agravios, me motivo finalmente a hacerlo.

 

Nunca imaginé todo lo que enfrentaría. Se volvió un auténtico viacrucis. Mi denuncia llegó a los medios de comunicación y -durante dos años y medio- guarde silencio, esperando que la autoridad hiciera su trabajo.

Como abogada egresada de una universidad católica creía firmemente en la justicia, en el estado de derecho y en las instituciones.

 

Durante todo este tiempo fui desacreditada, marginada y, sobre todo, mi palabra se puso en duda: ¿cómo era posible que a mí se me hubiese violentado, si yo tenía mi carácter?

 

¿Cómo podía denunciar a alguien en el poder?, qué si estaba loca, qué no sabía con quién me metía.

 

Comentarios como estos se dieron desde el momento que llegue con un ministerio publico mujer, quien me hizo repetir en más en de una ocasión los hechos que denunciaba, poniendo en duda lo acontecido.

 

Durante dos años y medio, mis carpetas se perdieron en más de 7 ocasiones en las diversas instituciones que denuncie, las archivaron, algunos “medios” me tacharon de mentirosa, algunos otros personajes me revictimizaron, una y otra vez.

 

Comprendí por fin que las únicas victimas que no les dirían mentirosas, eran a las que estaban muertas, a ellas no podían invisibilizarlas.

 

Cuando no existen fundamentos para descalificar a la víctima, se busca un punto débil para desacreditarla, no importa si con ello se meten en tu vida personal o en tu aspecto físico, el punto es limpiar la imagen del violentador/a.

 

Pero todas aquellas que seguimos respirando somos mentirosas, nos tachan de problemáticas y finalmente nos siguen violentando, tal vez ya no los mismos, pero si aquellos que creíamos que impartirían justicia.

 

Las víctimas son sometidas a un repudio social y, con ello, lo que terminamos haciendo es anular nuestra capacidad de reaccionar y ayudar.

Es más fácil como sociedad mirar a otro lado, que comprender que le puede pasar a tu esposa, tu hija, tu madre, tu hermana, a cualquiera.

 

En mi caso, fui sometida a más de un dictamen psicológico y victimológico, que después fue utilizado en mi contra, a pesar de que todos salieron a mi favor.

 

Las victimas somos sometidas a una revictimización constante, nos exigen a comprobar lo denunciado, a encarar a los victimarios, a recordar y -con ello- a seguirnos violentando.

 

Ahora entiendo porqué muchas víctimas prefieren quedarse calladas, que someterse al escarnio público, a que cuestionen tu presente, tu pasado, a tu familia, tu existencia.

 

La justicia es parte de la sociedad, son personas las que la componen, los policías, los ministerios públicos, los fiscales, los peritos y los jueces, quienes comparten los estereotipos, la falta de enfoque de género y carecen de toda empatía.

 

El sistema de justicia acaba comportándose como un agresor, te revictimiza, obliga a contar con lujo de detalles lo que te paso innumerables veces, acaba siendo un proceso torturador, violento, frustrante y lento.

 

Pero no sólo desalientan la denuncia, el sistema también castiga la resiliencia, tu capacidad de encontrar fortaleza para reconstruirte, el salir adelante acaba siendo penalizado, porque esta justicia, te necesita congelada en el tiempo, los años que dure tu proceso.

 

La justicia no solo te revictimiza, al hacerte repetir una y otra vez lo que viviste, si no que acaba condenándote a ti por denunciar.

 

Los jueces necesitan ver a las víctimas destrozadas como cuando pones la denuncia, de lo contrario generan su opinión con base en lo que ven, porque si no te ven mal, tu caso es poco relevante, sabe a poco.

 

“O sea, no te desfiguraron, no te quemaron, entonces ¿por qué estas denunciando?

 

“Porque te humillaron, porque te siguieron, te acosaron, ¿por eso vamos a pelear en el poder judicial?”

 

Te hacen sentir que no fue tan grave, te hacen sentir que les haces perder el tiempo, para terminar, diciendo “si hay delito, pero no culpable”

 

Te hacen sentir que tu viva no importas, sin pensar todo el proceso que tuviste que llevar para poder estar ahí.

 

Sin duda, nos invisibilizan y nos dejan en estado de indefensión

 

Una fotografía con alguien en el poder, relaciones corruptas y mucho dinero hacen que la justicia sea a modo. Y que las victimas ahora seamos denunciadas, ese es el estado de derecho que impera en nuestro país.

 

Deseo de todo corazón que ningún familiar de la Magistrada Gayosso, del presidente del Consejo de la Judicatura Carlos Palafox, de los jueces y de todos aquellos que han manoseado mi caso pasen por algo, como lo que pase yo, porque solo ahí entenderán a las víctimas.

 

La justicia, el estado de derecho y las instituciones me fallaron, A MI NO ME ALCANZÓ PARA PAGAR LA JUSTICIA.

 

Yo no tuve un mal desempeño, no tengo cuentas sin sustentar en la auditoria del estado, no protegí a un acosador, tampoco necesito protegerme con grupos feministas que nunca atendí en el pasado, menos protejo vividores.

 

YO SÓLO PEDÍ JUSTICIA.

 

De diez denuncias que se presentan, sólo siete se judicializan, cuatro de esas 7 se arrepienten a lo largo del proceso, tres continúan a juicio y apenas una obtiene justicia. Exijamos una justicia real e imparcial.

 

No quiero terminar mi colaboración, sin antes agradecer a todos y cada uno de ustedes que me dieron fuerzas desde un retuit, un comentario hasta un mensaje.

 

A los compañeros valientes de los medios de comunicación que me permitieron escuchar mi voz, a aquellos que se interesaron en mi caso y a mi familia, gracias.

 

Gracias, la vida continúa, y como sociedad tenemos una gran responsabilidad en los próximos comicios electorales: que el discurso se vuelva práctico, en pro de las mujeres.

 

Este espacio es para todas y todos los que necesiten ser escuchados y que su voz resuene, para acabar con la impunidad.

 

Ahora termino mi colaboración con esta frase:

 

Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad.

 

Montesquieu

 

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