Por Valentín Varillas
Las corcholatas que participan en el proceso interno de Morena para elegir a su candidato a la presidencia , buscan siempre apoyos de primer nivel.
Cuando los tienen y son auténticos, valen oro molido.
Los amarres políticos cuentan cuando vienen de lo más alto del poder.
De quienes tienen capacidad real de operación y son un factor de peso específico comprobado al momento de definir ganadores en un proceso electoral.
Buscan a los verdaderos jefes políticos.
A los auténticos.
No a sus subordinados.
Esos, se pavonean con pura filigrana.
Suman adornos para el álbum de fotos del recuerdo.
Una inútil memorabilia que detonará quimeras de lo que pudo llegar a ser y que al final nunca será.
Nada más.
Las cargadas al final, tienen un solo dueño.
No caben más.
Una regla básica en el ejercicio del poder.
Bajo esa lógica, se mueven funcionarios del gabinete, diputados y alcaldes con apetitos reeleccionistas.
También quienes integran la estructura partidista.
Nadie quiere quedarse en el camino y en su momento sabrán con quién jugar.
El presidente López Obrador ha sido por demás claro con los mandatarios que son parte de la 4T: ganar sus estados para darle continuidad al proyecto de nación que él mismo comenzó, es lo único que importa.
Con esa vara serán medidos.
Para bien o para mal.
Esta insistencia del jefe del ejecutivo federal, lleva implícita la importancia de privilegiar contra viento y marea, hasta las últimas consecuencias, las jerarquías.
Andrés Manuel va con sus gobernadores como generales para enfrentar la batalla política más importante de su vida.
Con nadie más
La elección del refrendo de la confianza ciudadana.
La que en los hechos representa el referéndum más claro a su administración.
En la que se juega su lugar en la historia de este país.
Al margen de poses vacías, insaciables apetitos protagónicos, huecos exabruptos mediáticos y sobre todo: de las más descaradas traiciones, el presidente sabe de sobra que esa es la estrategia a seguir.
Increíble que existan todavía quienes no puedan, o de plano no quieran ver lo anterior.
Su enorme soberbia se los impide.
Así pues, de ese tamaño, será su amargo despertar.
Ya lo verá.
No falta mucho.
Ya está bueno.
Se va a poner mucho mejor.