Por Valentín Varillas
Largo y muy complicado luce el camino del Partido Acción Nacional en Puebla, de cara al proceso electoral del próximo año.
De entrada, porque la derecha institucional se está quedando sin aliados.
Aquí no opera la famosa coalición opositora, ni de chiste.
El PRI, compañero de membrete, se rinde gustoso a los intereses del oficialismo.
Sus liderazgos juegan cada vez más cerca del gobierno estatal y a la par se han integrado de lleno a los proyectos de los precandidatos de Morena.
Saben de sobra que su permanencia en la política o el servicio público, va de la mano de la 4T, no del blanquiazul.
Muy difícil será que se mantenga, hasta de protocolo, esta enorme tomada de pelo etiquetada como “alianza”.
La complicada realidad panista ha modificado la correlación de fuerzas y el movimiento de grupos al interior.
La lectura realista, fría, pausada y calmada del momento que vive Acción Nacional, ha modificado la lógica de competencia en el partido.
Perfiles que resultan en los hechos los más competitivos, electoralmente hablando, se la han pensado dos veces antes de entrarle de lleno a la confección de su futuro inmediato.
El caso del presidente municipal de Puebla, es tal vez el más emblemático.
Eduardo Rivera ha declarado que tendrían que darse una serie de condiciones que hoy no existen, para decidir si busca o no la candidatura al gobierno estatal.
La más importante tiene que ver con sumar o no el capital político que pudieran abonar PRI y PRD.
Sumen lo que sumen.
La otra, se centra en la enorme y profunda división interna que se suda en el PAN.
Se disputan encarnizadamente los despojos del partido, con los intereses y beneficios que esto conlleva.
Ser candidato, aunque perdedor, suena muy atractivo.
En primerísimo lugar, por una cuestión económica.
Las campañas siguen dejando una buena cantidad de dinero a los abanderados, coordinadores, operadores y demás.
Recursos que se manejan de forma tal, que resultan imposibles de detectar para los órganos encargados de auditar las finanzas partidistas.
A la par, que un grupo determinado lleva mano en la designación de quienes van a competir, muestra músculo y manda mensajes de hegemonía entre militantes y simpatizantes.
Pero el verdadero problema del blanquiazul en la aldea, tiene que ver con una valoración cuantitativa de su intención de voto.
Los números que manejan las encuestas los ubican lejísimos de la gubernatura.
Solos, o en coalición.
La verdadera apuesta será intentar repetir en las alcaldía de Puebla y de los municipios conurbados.
Tener una representación medianamente digna en el congreso estatal y buscar sumar curules y escaños opositores en la conformación de las dos cámaras del legislativo federal.
Pocas oportunidades de triunfo y muchos tiradores.
Divididos y solos, muy solos en su supuesta intención de plantarle cara a Morena, como fuerza hegemónica en el estado.
Peor, imposible.