07-05-2024 01:30:08 PM

Sheinbaum, en la ruta discursiva de AMLO

Por Valentín Varillas 

 

La retórica por la que ha optado Claudia Sheinbaum, en su estrategia de convencimiento a militantes y simpatizantes de Morena, es prácticamente la misma que desde hace años ensaya su jefe y protector, Andrés Manuel López Obrador. 

Se trata del método de “contraste”. 

Aquel que intenta diferenciarse de los demás, a través de resaltar características propias, únicas, personalísimas, que no comparte con sus adversarios y las que, en teoría, la ponen en una situación de ventaja con respecto a los demás aspirantes. 

Dos puntos en específico han sido escogidos como eje principal de su discurso. 

El primero, tiene que ver con cuestiones de género. 

El vender que, gracias a ella, por primera vez existen posibilidades reales de que una mujer gobierne este país, es una auténtica y muy rentable joya. 

Es evidente que ella -como otras muchas otras mujeres más- está de sobra preparada para llevar las riendas del gobierno de la República y el que tenga posibilidades reales de pasar a la historia como quien rompió el dominio patriarcal de la silla presidencial, tiene un valor muy especial. 

No es casual que en las huestes opositoras de maneje de forma reiterada la opción de llevar también una candidata a competir en el 2024. 

Esta realidad empata perfectamente con la obsesión de AMLO de pasar a la historia. 

Si bien en materia de resultados concretos, reales, medibles, cuantificables, su sexenio será recordado como otro más en donde nuestros gobernantes se quedaron muy cortos al momento de cumplir con las expectativas ciudadanas, el haber dejado las condiciones políticas para hacer pedazos la barrera del machismo y aspirar a “la grande”, le da paso automático a la inmortalidad política. 

Por lo menos en el imaginario colectivo nacional. 

La segunda “cualidad” que los estrategas de la todavía jefa de gobierno intentan resaltar es que jamás militó en el PRI. 

 

No tiene, a diferencia de las otras corcholatas y del propio presidente, un pasado político manchado de tricolor. 

Y eso también, en términos de política real, vale oro molido. 

No hay de qué avergonzarse. 

A pesar de los yerros, omisiones y corruptelas que pudieran involucrar a Sheinbaum, en pasado y en presente, todas se llevaron a cabo con la venia de su mesías, de su líder, el único capaz de quitar el pecado del mundo político. 

Ningún otro precandidato serio, con posibilidades reales de quedarse con la nominación, puede hablar abiertamente de cómo fue su formación en lo político y de quiénes conforman la lista de sus “maestros”. 

Otro garbanzo de a libra. 

En tres campañas presidenciales, Andrés Manuel utilizó hasta la saciedad el método de “contraste” en su discurso. 

Hasta la fecha, ya como presidente, lo sigue aplicando al pie de la letra. 

Y le funciona en términos de opinión pública y publicada. 

Ahí están los indicadores que miden su popularidad, la aceptación de su gobierno y sobre todo: la intención de voto de su partido, de cara a la sucesión del próximo año. 

Le ayudan el carisma, la personalidad, la capacidad de conectar inmediatamente con todo tipo de auditorio y el arrojo a veces suicida con la que fustiga a sus enemigos y adversarios.
Todas estas, son condiciones son fundamentales para determinar el éxito o fracaso de esta estrategia de comunicación en específico. 

Sheinbaum tendrá que ser capaz de demostrar que puede cumplir con esto y más, aunque no sean características naturales, mucho menos espontáneas, de su personalidad. 

Se trata del primer gran reto que tendrá que sortear en materia actoral, si realmente quiere ser quien le dé continuidad a la Cuarta Transformación. 

A ver si le da. 

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