30-04-2024 10:43:45 AM

5 de mayo: lo político por encima de lo cívico

Por Valentín Varillas

 

Los protocolos que rodean a cada ceremonia en donde se conmemora un año más de la Batalla de Puebla, han sido, son y seguirán siendo muy rígidos.

Todos los involucrados saben perfectamente lo que tienen que hacer: exactamente lo mismo que sus antecesores.

Es más, buena parte del discurso público es prácticamente idéntico: el repaso histórico del México de ese entonces, la adjetivación sin límites de la gesta heroica del ejército del país ante el embate del trabuco napoleónico, los infaltables matices nacionalistas que nos conmueven y reconcilian con nuestros símbolos patrios; etcétera.

La vieja y ya muy vista película de siempre.

Sin embargo, igual de ancestral e histórico es el morbo que se desata alrededor de la parte netamente política del evento.

De entrada, cómo y quiénes conforman el presídium.

El auténtico lugar de privilegio.

La morada de los dioses.

De ahí, se pasa al análisis de cómo se conformó.

Es decir, bajo qué lógica se determinó quiénes tenían que sentarse juntos.  

Luego, la selección de quienes van a hablar ante lo más granado de la vida pública, civil y militar, en el país y en el estado.

Y el orden en el que van a hacer uso de la palabra.

De ahí, a la personalísima y siempre convenenciera interpretación de sus respectivos textos.

Ríos de tinta corren en columnas y artículos de opinión, que las toman como materia prima para su manufactura.

Todo lo anterior, está plenamente justificado.

El 5 de mayo del año pasado fue un claro ejemplo.

El discurso del gobernador Barbosa estuvo plagado de mensajes y señales.

Todos, relacionados con la certidumbre.

 

Recordándole al presidente que Puebla es y será un bastión importante de esta inefable Cuarta Transformación.

Que aquí no habría mezquindades, protagonismos o individualismos que pudieran tener como consecuencia un fractura del movimiento y por lo mismo, una sangría de votos que pudiera poner el riesgo la continuidad del partido en el poder, tanto en el estado como en la presidencia de la República.

La parte política del eterno discurso de AMLO, cerró perfectamente la pinza.

El reconocimiento del mandatario estatal como jefe político del estado y por lo mismo, pieza fundamental ara la consecución de los objetivos electorales de Palacio Nacional.

Eran momentos de alta tensión en la vida política poblana.

La relación entre liderazgos locales y nacionales con intereses en Puebla, se sostenía con alfileres.

Vendrían poco después misiles demoledores de un lado y del otro de las respectivas trincheras.

Hoy, Barbosa ya no está.

Las aguas  de la política poblana se han calmado.

De momento, la marea y las corrientes permiten que los barcos naveguen sin mayores sobresaltos.

Esta ha sido la característica principal del estilo del gobernador Céspedes Peregrina.

Ha demostrado con hechos concretos que, efectivamente, en el estado hay piso parejo, igualdad de trato y las mismas oportunidades para todos los que tienen aspiraciones.

Y eso -valga la obviedad- da estabilidad.

Aún así, el morbo sobre lo que ahí se hará y se dirá, será inevitable.

Para eso vamos muchos.

Nada más.

Para hacernos de las cantidades suficientes de la famosa “carnita” que nutre los contenidos de nuestros respectivos espacios.

Buenos, malos, interesantes, aburridos, innovadores o repetitivos.

Usted dirá.

Pero diría el clásico: “estas son en las que hay que estar”.

 

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