Por Valentín Varillas
Lo más rancio de las familias custodias, en pasado y en presente, tuvieron una reunión con el senador Alejandro Armenta.
Sánchez Díaz de Rivera, Emmelhainz, Hinojosa, Rodoreda Artasánchez, entre otros.
¿Le suenan?
Son los mismos que organizaron aquella marcha multitudinaria en donde miles de poblanos exigían que se llevara a cabo un procedimiento de juicio político en contra del entonces gobernador Mario Marín, por el caso Lydia Cacho.
Quienes idearon y masificaron el mote del “góber precioso”, que hasta la fecha se utiliza para nombrar al oriundo de Nativitas Cuautempan.
Ese “góber precioso” que tenía a Armenta como uno de sus aliados más queridos, de más confianza.
Que le dio todo, absolutamente todo, mientras estuvo en lo más alto del poder político estatal.
Un miembro distinguido de aquella cerradísima burbuja, a la que sólo los verdaderos cómplices podían acceder.
Los asistentes a esa comida, son también quienes en su momento acompañaron a Felipe Calderón -candidato del PAN a la presidencia- hasta la sede del congreso del estado, para sacarle una “tarjeta roja” al mandatario tricolor, para expulsarlo simbólicamente de su cargo.
Fueron los que se indignaron cuando la mayoría de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación declararon a Marín inocente de haber violado sistemáticamente los derechos humanos de la autora de “Los Demonios del Edén”.
Pero eso no es todo.
Los invitados del hoy líder del senado, fueron también los más severos críticos del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Gobierno del que fue Armenta parte fundamental al haber fungido como director del Registro nacional de Población.
No escatimaron adjetivos para calificar, con toda razón, los descarados actos de corrupción cometidos durante ese sexenio.
La Casa Blanca, la Estafa Maestra, los sobornos a Odebrecht, el desfalco de los activos de Pemex y un larguísimo etcétera.
Y todavía no acabamos.
Viene lo peor.
Estos pilares de la derecha poblana fueron co-autores de aquella frase que aseguraba que López Obrador era “un peligro para México”.
Con sus aliados enquistados en las dirigencias nacionales de los organismos empresariales, se encargaron de financiar acciones encaminadas a la masificación mediática de ese mensaje.
Hicieron apología del voto del miedo.
Igualaron al hoy presidente con Chávez, Maduro, Fidel y demás demonios de la izquierda autoritaria.
Hasta la fecha, no tienen empacho en criticar –la mayoría de las veces con toda razón- las acciones, yerros y omisiones del actual gobierno federal.
El que encabeza aquel supuesto peligro para el país y del que Armenta declara, de manera obsesiva, sentirse orgulloso de pertenecer.
¿Y entonces?
En teoría, los siempre puros, limpios y virginales representantes del más auténtico conservadurismo en la aldea, han repudiado siempre, lo que políticamente ha representado el líder de los senadores.
En todas sus facetas.
Como marinista, peñista y lopez-obradorista.
Siempre reacios a convivir con el adversario, ya sea político e ideológico, apelando siempre a una congruencia a prueba de fuego, ahora se toman fotos alegres, felices, casi extasiados.
Las poquísimas veces que han tenido que sentarse con quienes profesan ideologías o creencias distintas, lo han hecho en el más absoluto sigilo.
En el más extremo hermetismo.
Ahora, no tienen empacho en que las imágenes de la reunión circulen y se promocionen alegremente en las cuentas oficiales de quien aspira a convertirse en el candidato del oficialismo al gobierno del estado.
Como han cambiado los tiempos.
O más bien, qué urgidos andan de apoyos: de un lado y del otro.
¿Pragmatismo?
¿Realismo?
¿Talento conciliador?
Orfandad política, le llaman en mi pueblo.