06-05-2024 06:19:18 PM

El bizarro feminismo de Armenta

Por Valentín Varillas

Primer Acto: el senador Alejandro Armenta Mier recibe en sus oficinas a Claudia Rivera Vivanco.

La ex – alcaldesa de Puebla le lleva una serie de propuestas de modificaciones de ley, para abonar a que las mujeres en México vivan libres de violencia.

Se toman fotos.

Graban videos que de inmediato suben a sus redes sociales, en donde ambos se deshacen en elogios a la iniciativa de quien perdió por 21 puntos porcentuales su intento de gobernar la capital otro trienio.

Todo muy bien, desde la teoría.

En la práctica, aquella que se sostiene en el más crudo realismo y que por lo mismo se basa en hechos concretos: todo pésimo.

Pocos días antes, el Tribunal Electoral del Estado de Puebla había resuelto el juicio TEEAP-AE-2021, determinando que Rivera Vivanco, además de René Sánchez Galindo y otros funcionarios de su administración, eran culpables por haber ejercido actos de violencia política por razón de género en contra de la abogada Yasmín Flores Hernández, cuando se desempeñaba como consejera jurídica del ayuntamiento.

Una iniciativa de ley, en el papel a favor de la mujer, presentada por quien de acuerdo a la instancia local de impartición de justicia electoral, ejerció sistemáticamente acciones de violencia en contra de otras mujeres, en el ejercicio de su cargo público.

De locos.

El mundo al revés.

Pero en la lógica del senador Armenta, un hecho producto de la más absoluta congruencia. 

Segundo Acto: el senador Alejandro Armenta presenta como parte de su equipo de precampaña a Héctor Alonso Granados.

Suma así a más personajes de los más diversos signos y antecedentes políticos al trabajo que lleva a cabo para intentar convertirse  en el candidato de Morena y sus aliados electorales a la gubernatura de Puebla.

Armenta intenta beneficiarse del capital político (risas grabadas) de quien también se formó en el Revolucionario Institucional.

Este movimiento empata con la máxima de que “aquí caben todos”, tan promovida por el senador.

Tienen más cabida, como es el caso, los que tienen el capital suficiente para financiar eventos, propaganda, ruedas de prensa y demás actividades fundamentales para su posicionamiento en el corto plazo.

Otra vez, todo muy bien, desde la teoría.

En la práctica, nuevamente, todo pésimo.  

Como diputado, Alonso Granados es recordado únicamente por su misoginia extrema y su maltrato sistemático a mujeres legisladoras.

En el escusado de la historia quedarán aquellas declaraciones hechas ante medios de comunicación, cuando le cuestionaron su postura en el debate sobre el aborto:

“Hay que pensar antes de abrir las piernas y dejarse embarazar. ¿Por qué quieren trasladarle al gobierno un acto irresponsable de sexo?”- contestó como auténtico orangután.

Y en torno a los movimientos feministas, también hizo gala de su falta de neuronas:

“Ahora nos quieren distraer con temas como machismo y violencia y gente que se tira al suelo con tonterías”.

Estos hechos motivaron su expulsión de la bancada de Morena.

Además, la Comisión Nacional para la Prevención de la Discriminación (CONAPRED) tomo cartas en el asunto y presentó una denuncia ante la Comisiones, Estatal y Nacional de Defensa de los Derechos Humanos.

Estas instancias lo conminaron a tomar un curso de “sensibilización” para reducir sus “conductas misóginas y violentas en el Congreso”.  

Se refugió en la de Movimiento Ciudadano.

No duró mucho tampoco.

¿La causa?

Nuevamente, la violencia verbal contra mujeres, específicamente en contra de la diputada Nora Escamilla.

En sesión ordinaria virtual, por razones de pandemia, el hoy incondicional de Armenta enloqueció nuevamente.

Se analizaba el crecimiento de casos de violencia intrafamiliar debido al confinamiento derivado de las restricciones de movilidad decretadas por el Covid 19.

Sus evidentes limitaciones intelectuales lo obligaron a la más reduccionista y estúpida de las argumentaciones: “ esto se debe a la escasez de cerveza que convierte a los hombres en energúmenos”.

Ante los reclamos de mujeres diputadas, enloqueció y a gritos siguió con sus ataques: “cállate tú”, “ya estoy harto de que me interrumpan estas niñitas”, llamando a sus compañeras “mojigatas” e “hipócritas”.

Nuevamente fue sancionado por la Comisión de Derechos Humanos y en esa ocasión, al igual que con Rivera Vivanco, por el Tribunal Electoral del Estado.

Con motivo de la conmemoración del más reciente Día Internacional de la Mujer, la reportera de El Universal, Laura Ruiz, publicó que Héctor Alonso Granados, en apenas 14 sesiones, lanzó un total de 63 insultos, un “récord en la historia del trabajo parlamentario poblano”.

Demoledor.

Por todo lo anterior, es evidente que Alejandro Armenta avala explícitamente la conducta violenta y misógina de estos personajes.

Vaya carta de presentación ante los colectivos feministas poblanos que llevan años presionando a gobiernos y a servidores públicos para que tomen acciones concretas y efectivas en defensa de las mujeres.

¿Se lo imaginan gobernando?

No, mejor no hay que hacer el ejercicio.

 

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