Por Alejandro Mondragón
La muerte de Luis Miguel Barbosa, gobernador de Puebla, sorprendió a todos.
Sobre todo después de acudir la marcha del 27N desde El Ángel de Independencia hasta el zócalo de la Ciudad de México, en compañía del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y luego la movilización en Puebla, el 4D, del Paseo Bravo hasta el zócalo capitalino.
Para concluir con una comida de fin de año con más de 8 mil personas, apenas hace unos días.
Expresaba estar en condiciones inmejorables para lo que vendrá, pero este martes falleció.
A Luis Miguel Barbosa lo conocía desde sus tiempos de liderazgo perredista en Tehuacán.
Años después, ya en la época morenovallista, empezamos a coincidir con frecuencia. Se trabó una amistad, más allá de su proyecto a la gubernatura.
Barbosa fue un amigo, jamás una fuente de información. En su gestión sólo una vez lo vi en privado, en Casa Aguayo, en compañía de Valentín Varillas.
Solía comentar que tras el accidente aéreo en el perdieron la vida Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso, la política ya no daba cabida al mediano ni largo plazos.
“Se vive al día”, que te quede claro Poison, como solía decirme en cada saludo.
Hoy que se viven tiempos de canallas se perderá de vista que el proyecto barbosista sigue, mantiene su status quo.
El tiempo lo definirá.
Hasta pronto amigo.
Descansa en paz.
Abrazo a Doña Rosario e hijos.