18-05-2024 10:19:19 PM

Puebla, de luto

Por Valentín Varillas

 

A Miguel Barbosa lo conocí hace cerca de 25 años.

Hicimos un acuerdo: mientras yo estuviera en radio, tendría una colaboración semanal.

El trato se cumplió a medias.

Estos pactos a tan largo plazo no tienen palabra de honor.

Pero fueron muchísimas las polémicas, las discusiones inteligentes, los enfrentamientos de ideas que por razones diversas, en la mayoría de los casos no convergían. 

Siempre respetuoso, pero férreo defensor de sus ideas y creencias, a veces subía el tono de tal forma que rayaba en la frontera de lo que en esos tiempos se consideraba lo “permitido” en los medios masivos de comunicación.

No era necedad.

Debatía con argumentos y era un gran polemista.

Siempre directo, sin medias tintas ni tibiedades.

Perdimos contacto algunos años.

Lo vi, para mi sorpresa, a pocos lugares de mí en el primero de los conciertos que los Rolling Stones dieron en México en el 2016.

Quedamos de vernos, de hablar nuevamente.

Esto se dio previo a la campaña del 2018, cuando Morena preparaba sus encuestas para elegir al candidato a la gubernatura de Puebla.

Lo demás, todo -o casi todo- fue público.

Columnas, entrevistas, pláticas y demás.

 

Más allá de coyunturas, de filias y fobias, creo que siempre nos daba gusto encontrarnos.

Eso se siente o no, es imposible actuarlo.

La última vez fue un encuentro casual en un restaurante al que acudo con una frecuencia casi obsesiva.

Lo percibí igual que hace dos décadas y media, cuando nos presentaron. 

Su partida, más allá de todo esto, es un asunto público de estado, de gobernabilidad.

Por lo mismo resulta impactante para la entidad.

Como lo fue en su momento la muerte de Martha Érika Alonso.

Como lo ha sido, es y será, un hecho de tal magnitud en cualquier lugar del planeta.

Más allá de posiciones políticas e ideologías.

Hay cosas que trascienden la lucha por el poder.

Códigos que definen al ser humano y que deberían permanecer inamovibles, sólidos, aún en esta época en donde la mezquindad se masifica a través de distintas vías como las redes sociales.

Hasta en la guerra hay protocolos de respeto que norman la conducta de quienes están de un lado y del otro en el campo de batalla, defendiendo lo que ellos creen.

Puebla es víctima otra vez de los caprichosos astros de la política.

Esos que en los últimos años le han dado un giro radical a su realidad.

La publicación de las conversaciones entre Mario Marín y Kamel Nacif, por ejemplo.

El trágico accidente de aquel 24 de diciembre que le quitó la vida a la gobernadora Alonso Hidalgo.

Y ahora, la penosa muerte de Miguel.

Existe sin embargo una diferencia importante.

Barbosa, conocedor de las leyes y la lógica del poder, pudo hacer estructura.

Depuró y le asignó tareas específicas y muy concretas a quienes siguen siendo parte de su equipo.

Siempre tuvieron claro, todos, desde el principio de su gobierno, lo que tenían y debían hacer.

Los que no lo entendieron o no dieron resultados, aunque muy cercanos, se quedaron en el camino.

Les toca seguir con el legado.

Son parte ya, les guste o no, de un grupo político que -a diferencia de otros que se derrumbaron- no depende de la existencia o el capricho de un solo hombre.

Seguramente se desatarán los demonios.

Normal.

La institucionalidad tendrá que prevalecer por sobre todas las cosas

Otra vez, vendrán tiempos recios.

Pero eso, hoy, es lo de menos.

Que descanse en paz Miguel Barbosa.

Pronta resignación a su esposa y sus hijos.

Su querida familia que siempre fue prioridad por sobre todas las cosas.

Inclusive muy por encima del cargo.     

Algo que, ya de entrada, lo hace muy distinto a la enorme mayoría de los hombres de poder que he conocido en 29 años dedicado a este oficio.

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