Por Jesús Manuel Hernández
Se observa paulatinamente una recomposición de los grupos políticos en torno al poder central del gobernador, donde aparecen con cierta fuerza los militantes de esa “clase política añejada” o por lo menos, nacida, educada y crecida en el protocolo del viejo sistema político poblano, donde los “cinco lobitos” locales dominaban la escena.
La sugerencia de introducir a personajes como Carlos Palafox Galeana en el Poder Judicial invita a recuperar las historias de quienes en torno a Carlos Palafox, padre, se forjaron en varias décadas a partir de la oficiosa manera de buscar la conciliación en el camino de la aplicación del “derecho”.
Muchos ven en el junior Palafox Galeana a un prototipo de los políticos que nunca debieron abandonar la escena, debido a su profesionalismo y seriedad en cuanto a la praxis política y jurídica.
Otros lo ven como el regreso a la recuperación de espacios de la vieja aristocracia de los abogados enemigos de la izquierda poblana, fundamentados en la cercanía de los apellidos Moreno Valle con el oficio militar en tiempos pasados.
Bien vistas las cosas, la inclusión de Palafox Galeana le abre espacios a los poblanos de Puebla, formados en la disciplina local, conocedores de la buena fama pública y el protocolo de antes, no el del tremendismo y el amiguismo. Habrá que ver resultados en el corto plazo.
Lo que no puede negarse es que con la aparición en primeros niveles de estos personajes la sucesión gubernamental también recibirá nuevas inyecciones, nuevos vectores influirán en las decisiones en busca de cubrir algunos aspectos olvidados hasta ahora.
Morena Puebla, la 4T poblana, necesita de personajes que “vistan” la estrategia, que cubran aspectos como la “honorabilidad”, el ”apego familiar”, el respeto a las “buenas costumbres”, es decir a la “buena fama pública”.
Para entender el nuevo camino que podría ponerse bajo los pies de los aspirantes, estaría plagado de requisitos como la “honorabilidad” y fundamentalmente una imagen de “familia”, de convivencia familiar, padre, esposa, hijos, todo lo contrario a una vida “licenciosa” o plagada de divorcios y meteduras de pata en relaciones no oficiales. Ese requisito empieza a hacerse presente entre los cercanos al gobernador para ir definiendo las posiciones.
Mucho se ha dicho sobre el enfrentamiento de Miguel Barbosa con algunos de los aspirantes, poco se ha abonado en los requisitos que el gobernador pondrá en la charola nacional de Morena como condiciones “sine qua non” para ser apoyados desde Casa Aguayo.
Quizá en esta circunstancia, no estimada por muchos, estriba la decisión, la oferta nacional contra la oferta local en medio de la sucesión presidencial, los amarres con los gobernadores y la operación para ganar nuevamente la Presidencia y retener el poder en la entidad… Parece fácil, pero no lo es.
Trasciende entre los cercanos que el gobernador no ve con buenos ojos a quienes llevan una vida con doble moral, tampoco a quienes han recuperado su estado civil en aras de ser candidatos.
Es decir, con lupa se buscan datos sobre las condiciones “morales” y “sociales” de cada aspirante de donde algunos empiezan a ver como requisito para ser avalados, su comportamiento dentro de la familia.
El argumento, el requisito, bien pudiera ser puesto en la charola de las negociaciones del gobernador con los grupos nacionales en busca de candidato a gobernador.
Desde fuera se ve con fortaleza a Nacho Mier, en la aldea no se ve a un competidor de esa altura, a no ser que el gobernador, finalmente el operador de la elección, ponga a un personaje, mujer u hombre, intachable, con aceptación social y el aval de Morena lo que vendría a dar un nuevo punto de análisis si es que hubiera un político o política con esas características.
Eso llevaría a una condición muy especial dentro de la política local, donde la vida privada trascendería los asuntos públicos en aras de presentar a un candidato, o candidata, que compita con la postura de Eduardo Rivera Pérez, hasta ahora el aspirante más bien acabado del panismo y quien reuniría esas condiciones.
Los observadores se preguntan, con cierto tino por supuesto, por qué el gobernador dejó fuera del acto esencial de ondear la bandera y dar el Grito al Presidente Municipal, un asunto parecido al ya vivido en tiempos de Moreno Valle, aunque de una y otra parte se habla de que esa escena fue “acordada, porque no caben todos en el balcón”.
Pero no se trata del único escenario bajo lupa.
Pocos días antes en el informe de Emilio Baños como rector de la Upaep, se observó un escenario similar que abre el espacio a las dudas sobre la fuerza, la cohesión, de las relaciones institucionales.
En primera fila del informe de Upaep siempre había aparecido el político panista Eduardo Rivera Pérez junto a las autoridades militares y al arzobispo de Puebla, antes don Rosendo, ahora don Víctor.
Pero en el último informe, las fotografías revelan escenarios diferentes… en primera fila ambos, pero alejados, Lalo Rivera y don Víctor.
¿Qué señales se envían, qué asuntos se presentaron para provocar el alejamiento?
Por supuesto que no se trata de la pandemia del Covid-19, quizá la escena responda más a la praxis política con miras al 2024.
O por lo menos así me lo parece.