Por Alejandro Mondragón
Siempre son las primeras en indignarse ante cualquier agresión de género, a través de sus redes sociales.
El silencio manifiesto sobre el caso de Miriam Vázquez, ocurrido en Huauchinango, Puebla, exhibe a las activistas. Simplemente callaron.
Quizá andan de vacaciones, pero sin duda la ausencia de género en torno al calvario que sufre Miriam Vázquez desnuda que sin esas redes, tales activistas no existen.
Miriam fue agredida por su expareja, la cual violó a su hija y después la secuestró.
Ella fue a pedir justicia, pero la violó un fiscal y, luego, recibió la noticia de la liberación del agresor, mediante componendas de jueces.
Acudió al gobernador Luis Miguel Barbosa, quien afrontó el tema, lo hizo público en detalle y procedió al despido de mujeres y demás personal ligado a la Comisión de Atención a las Víctimas.
¿Y las activistas de género en redes?
¿Se les acabaron los datos?
Lo cierto es que el caso de Miriam expuso que las mismas víctimas no necesitan de esas agrupaciones faroleras de mujeres que sólo buscan reflectores y protagonismo, sino de vencer el miedo para cambiar el status quo.
Barbosa adelantó además reformas a la legislación judicial para acabar con la impunidad, la revictimización y, sobre todo, erradicar el tráfico de influencias.
Es probable que las activistas reaparezcan en otro caso de agresiones a las mujeres, pero hoy nos queda claro que lo suyo es la realidad virtual.