Por Jesús Manuel Hernández
El balcón central del viejo edificio del PRI en la 5 poniente fue el escenario por allá de 1986. El delegado Mario Vargas Saldaña estaba parado junto a Mariano Piña Olaya quien con una chamarra de piel, negra, saludaba a los priistas que le ovacionaban en un largo desfile.
Don Mario le preguntó a Piña Olaya: “¿Mariano tu crees que estos te conocen?” Claro, respondió el candidato por eso vinieron. Y Don Mario replicó: “No Mariano no saben quién eres, vinieron aquí porque el partido los convocó, igual hubieran ovacionado a Ángel Aceves o Poncho Zegbe…”.
Piña Olaya había consolidado la candidatura a raíz de su cercanía con Miguel de la Madrid, su compañero de banca en la UNAM, quien en una maniobra sin precedente lo hizo candidato a diputado federal pasando por encima de varios acuerdos políticos locales. En principio Piña iba por un distrito de la capital, luego por Tehuacán, por Ciudad Serdán y al final por Huauchinango donde lo cobijaron los caciques.
Piña entendió muy bien que para ser gobernador, una vez ganada la diputación tendría que generar los acuerdos con los grupos de poder de la entidad. Y los fue descubriendo muy bien y acercándose a ellos, así consolidó sus aspiraciones al sentarse con todos los caciques de Puebla, los serranos, los mixtecos y los urbanos, los de la capital, quienes preferían a Guillermo Pacheco Pulido.
Con la llegada de Piña Olaya se acabó de consolidar el sistema de caciques poblanos, apellidos sobran, notables los casos de Amador Hernández en Tehuacán, Filemón Pérez en Cholula, Antonio J. Hernández en Atlixco… Camarillo, Esquitín, Fosado, Rivera, Vargas… Y muchos más que han ido heredando el poder caciquil en sus territorios.
En aquellas épocas los candidatos a algún cargo de elección popular no sólo necesitaban el apoyo de un partido sino el “permiso” del cacique para poder hacer campaña.
Dicho de otra forma, el verdadero poder no estaba en el partido más bien en la suma de los poderes de los caciques alrededor de un partido, o sea, un sistema de complicidades.
Las reflexiones vienen a cuenta por los recientes “destapes” en Morena Puebla, un espacio que pretende ser controlado al más puro estilo caciquil del pasado, ese contra el que luchó López Obrador.
Los actores son lo de menos, su grado de conocimiento, su pasado o sus vínculos tampoco importan mucho, más bien que garanticen a los caciques mantener el poder regional.
Y para eso se debe tener un conocimiento, una práctica, un ejercicio en el viejo oficio de los gobernantes Totonacas. Xicomecóatl, fue uno de ellos, se valió de su fuerza y aspiraciones y se alió a Hernán Cortés para poner fin al dominio de los Mexicas. Le apodaban “Cacique Gordo”, de ahí viene la referencia a los jefes regionales.
Los ciudadanos poco importan, es más la sociedad está alejada y espantada de lo que está sucediendo, diputados, senadores, funcionarios, metidos en un galimatías de acusaciones y denuncias. Si así se llevan entre ellos, que son de Morena, cómo será cuando tengan más poder.
Y aquí otra anécdota. Seis años antes de Piña Olaya, Guillermo Jiménez Morales, diputado federal, había conseguido la candidatura del PRI a gobernador. Lo hizo con el apoyo de Gustavo Carvajal Moreno, muy cercano a López Portillo quien había sumado a sus filas al joven poblano Victoriano Álvarez quien sirvió de fuerte enlace entre ambos.
Jiménez Morales representaba en aquella época los intereses de los principales caciques de la Sierra Norte y Tehuacán, le faltaba congraciarse con la sociedad poblana y para eso le sirvió el famoso “Vitín” quien sería candidato a Presidente Municipal.
Un día, a bordo del autobús del gobernador un grupo de poblanos le recriminó a Jiménez Morales por la mala actuación de “El Vitín”. Después en una reflexión con sus amigos el gobernador se lamentaría de la actuación de Álvarez en la ciudad con esta reflexión: tenía todo para ser el mejor presidente municipal, mi apoyo, los poblanos lo querían, pero nunca entendió para qué sirve el poder, el problema es que no conoces a la gente hasta que le das poder…
Y así las cosas, quizá reflexionar en esto ayude a entender la sucesión en Puebla, los caciques siguen vigentes.
O por lo menos, así me lo parece.