23-11-2024 06:00:06 AM

La nueva era de la sucesión

Por Valentín Varillas

 

La sucesión en Puebla, hoy es abierta.

Se sabía ya desde antes.

Pero en términos políticos, se entiende que el banderazo de salida lo dio el gobernador en su rueda de prensa del pasado lunes.

Sin embargo, los usos y costumbres del proceso se han modificado de manera radical.

Hoy, como no pasaba antes, hay incertidumbre.

Y ese es un ingrediente fundamental de los procesos democráticos.

Al ser un tema de alcances meramente partidistas, que se abra el juego.

Y que sean los militantes y simpatizantes de Morena quienes decidan.

Hacerlo claro y sin ambigüedades, ha descontrolado a muchos.

Se acostumbraron a la certeza del dedazo.

Desde que Mario Marín era gobernador, los mandatarios se metían de cuerpo entero en el proceso.

Se sabía con tiempo de sobra quién iba a contender por la continuidad del grupo en el poder.

Cuando Moreno Valle rompió con el PRI, se sabía de antemano que gobernaría el estado.

El Round de sombra fue su paso por el Senado, pero la absolución de la Corte a Marín por el caso Lydia Cacho definió una alternancia de antemano cantada.

Calderón y Elba Esther –vaya dupla siniestra- definieron con cinco años de anticipación la sucesión poblana.

Con Rafael en el poder, murieron las dudas.

Se acabó para siempre la incertidumbre.

Los procesos de selección de candidatos y de renovación de liderazgos en aquel PAN, pasaron a ser un mero trámite.

Un proceso burocrático en donde lo que menos importaba era la voluntad de militantes y simpatizantes.

Todo estaba muy claro.

Desde el principio de su sexenio, era de todos conocida su ruta crítica.

Entre todos los que formaban su corifeo, el único que tenía posibilidades de destacar en lo político era Tony Gali.

Nada más.

Su nominación a la alcaldía era un hecho desde antes de que RMV ganara la gubernatura.

Y seguía cobrando como secretario.

Nadie dudaba que era la única carta posible para contender por la mini-gubernatura.

Y siguió siendo alcalde hasta que la ley se lo permitió.

Con todos los beneficios que eso supone.

Con Martha Erika, lo mismo.

Una atención mediática atípica, casi obsesiva a todo lo que tenía que ver con la política asistencial estatal y después, un cargo de liderazgo partidista con el objetivo de prepararse para lo venía.

¿Alguien dudó de que tenía la candidatura amarrada? 

¿Ya se les olvidó?

Es que existen quienes añoran aquellos tiempos de simulación.

De engaños, medias verdades y puestas en escena para sazonar con falsa democracia, decisiones previamente tomadas.

¿No es mejor hablar de frente y echar las cartas de una vez?

Así, abiertamente como se hace hoy.

De una vez.

Antes inclusive de que se dé el relevo en la dirigencia estatal del partido en el poder.

Por aquello de los dados cargados.

Quien tenga aspiraciones que se meta al ruedo, más allá del cargo que hoy ostente, siempre y cuando no viole la ley.

¿Qué mejor escenario que éste?

Hoy, a estas alturas, a diferencia de lo que sucedía antes, no se sabe quién será el candidato “oficial” a la gubernatura del estado.

No hay dados cargados para la continuidad de nada, porque simplemente quien llegue, no será una marioneta que abone a un proyecto político a futuro.

Como lo fue Gali, como ya era Martha Érika.

Dos alfiles dóciles y movibles, bajo la lógica de servirle únicamente a los intereses del patrón.

No, hoy es distinto.

Les guste o no.

 

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