15-04-2024 11:57:50 PM

Cuando los indicadores desquiciaron a Moreno Valle

Por Valentín Varillas

 

La pandemia ha hecho pedazos el Producto Interno Bruto (PIB) en el planeta.

Países de “primer mundo”, con economías sólidas como Alemania, Japón, Estados Unidos, de acuerdo con la OCDE, se encuentran en mínimos históricos en términos de crecimiento, algo que no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial

Esto se siente con mucho más intensidad en las economías emergentes.

Por supuesto, México y sus entidades federativas viven en carne propia las consecuencias de esta devastación económica.

Según sus indicadores, nuestro país es el que peor desempeño ha tenido en términos de su PIB de los que forman parte de la Organización.

Puebla no puede estar ajena a esta contundente realidad.

Es palpable en todas y cada una de las regiones del estado.

Hubo mejores tiempos para el país, por supuesto.

Tiempos en donde la tendencia al crecimiento y a la superación de la pobreza mostraban signos alentadores de recuperación.

Se valía ser optimista.

Pero aquí en la aldea, se vivía una realidad completamente distinta que en el resto del territorio nacional.

La obsesión de vender un estado ejemplar, de primer mundo, con obras faraónicas e inversiones millonarias, contrastaba con las cifras oficiales que mostraban la realidad de la política social aplicada en el gobierno de Rafael Moreno Valle.

“Ni un peso para revertir la pobreza”-era la máxima que tanto le gustaba manejar en corto al “panista”.

“Eso no vende políticamente y cuando me vaya, por más lana que se invierta, el estado seguirá siendo pobre”-eran sus razones.

Sin embargo, cuando en el 2013, un estudio del Coneval mostró la valoración cuantitativa de dese desprecio por la política social, el entonces gobernador entendió que había una afectación en su imagen.

Los focos rojos se encendieron.

Las ensordecedoras alarmas no dejaron de sonar.

A medio sexenio, en su estudio de Análisis y Medición de la Pobreza, la instancia federal mostraba un preocupante aumento en el indicador de pobreza : de 61.5 a 64.5% entre 2010 y 2012, lo que representaba en términos reales de población, un incremento de 3.6 a 3.8 millones de personas.

Había otros indicadores que resultaban demoledores:

Por ejemplo, mientras que el PIB per cápita del país en el 2012 fue de 10,798 dólares, en el caso de Puebla se ubicó en 7,361 dólares, de acuerdo a la Dirección de Estudios Económicos de Banamex.

En ese tiempo, existían aproximadamente 6,400 comunidades, de las cuales 6,100 eran pequeñas y dispersas.

El 90% registraba marginación y muy alta marginación.

Aun cuando el reto de la dispersión y la pobreza se daba en zonas rurales, en 45.5% de las 1,952 áreas urbanas se encontraban zonas de alto y muy alta marginación.

Al cierre del primer trimestre de 2013, Puebla registró ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) una deuda por 9,035 millones de pesos, lo que representaba prácticamente un 40% del total de las participaciones federales.

Al mismo tiempo, en el discurso se vendía que las obras y las acciones “del gobierno se llevaban a cabo “sin pedir un solo peso prestado”.

Mientras los secretarios y sus secuaces saqueaban los Servicios de Salud Pública, para la enorme mayoría de las personas con bajos recursos, era todo una hazaña el acceder a los servicios que brindaba la dependencia y a los que tenían pleno derecho.

Éramos el segundo lugar en materia de mortalidad infantil y además, el 24.4% de los infantes sufrían de algún grado de desnutrición.

En materia educativa, no íbamos nada bien.

De cada 100 personas de 15 años y más, 9.3 no tenían ningún grado de escolaridad y apenas el 60% contaban con educación básica.

La Puebla moderna, la del siglo XXI, la de las ruedas de la fortuna, los teleféricos y los trenecitos, se caía como castillo de naipes cuando salió a la luz la cruda cara del hambre, la pobreza y la marginación.

La solución no fue la redefinición de prioridades ni un cambio radical en la política social, educativa y de salud pública.

No.

Optaron por destinar más y más millones para seguir vendiendo mentiras y más mentiras.

Más y más obras en la capital y sus zonas conurbadas, mientras se condenaba al olvido a decenas de municipios al interior.

Antes del 2019, existían muchos que llevaban más de diez años sin que se les invirtiera un solo peso en infraestructura.

La histórica y gran tomada de pelo, afortunadamente no cuajó en un proyecto presidencial.

Si así nos fue en esos años : ¿se imagina todo esto con los saldos macabros de la pandemia?

No, por salud mental, es mejor no hacer el ejercicio.

 

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