26-04-2024 03:16:06 AM

Todo gira en torno a AMLO

Por Valentín Varillas

 

Lo dijo muy claro ayer Mario Delgado, líder nacional de Morena: “Los triunfos del partido, son los triunfos del lopezobradorismo”.

Y aunque es un tema de todos conocido, el hacerlo explícito tiene un simbolismo muy especial.

De entrada, el reconocimiento implícito de que el Movimiento de Renovación Nacional fracasó en el tránsito a la institucionalidad.

Que no ha sabido ser partido en el poder, con todo lo que eso implica y que se asumen como un entre tribal que responde a los caprichos y designios de un solo hombre.

De su auténtico macho alfa.

AMLO se metió de cuerpo entero en las elecciones del domingo.

Desde el inicio del proceso, convirtió parte de sus mañaneras en descarados actos de campaña a favor de los intereses de su partido.

Ya sea alabando los beneficios de su supuesta transformación o bien, atacando sin misericordia a sus adversarios políticos.

Los llamados del INE a respetar la ley, se los pasó por el arco del triunfo, simplemente porque -en su muy particular visión de la realidad- no debe haber más ley válida que la suya propia.

Después, el envío de sus cuadros “estrella” a hacer un abierto proselitismo, desde el gobierno, para los candidatos “guinda”.

No se trata de apoyos cualquiera.

Son sus “corcholatas”.

Quienes él mismo los ha metido a la puja por la candidatura presidencial, lo que los vuelve por definición la crema y nata de su grupo político.

Su núcleo de mayor confianza.

Ya en el desarrollo de las elecciones, con sus respectivos resultados, todo giró nuevamente alrededor de López Obrador.

Directa o indirectamente.

AMLO dobló por las buenas a Alejandro Murat en Oaxaca, a Omar Fayad en Hidalgo y a Carlos Joaquín en Quintana Roo.

Las victorias de sus candidatos por 35, 30 y 40 puntos porcentuales, solo pueden explicarse desde la óptica de la operación electoral y de recursos, de estos gobernadores opositores, a favor de los candidatos afines a los intereses electorales de Palacio Nacional.

Rindieron la plaza a cambio de impunidad, embajadas o cargos públicos a futuro.

Muy pronto lo veremos.

Lo de Tamaulipas, ya era un tema personal.

En el peor de los escenarios se podía perder en todos menos en ese estado.

García Cabeza de Vaca fue el primer rebelde que le plantó cara a López Obrador en una visita a la entidad y a partir de ahí sonaron los tambores de guerra.

Ante a imposibilidad legal de desaforarlo y posteriormente encarcelarlo, había que ganarle en su territorio.

Ahí se echó auténticamente la carne al asador.

Se echó mano de todos los recursos al alcance del gobierno federal.

Incluyendo los amarres con los poderes de facto.

Vamos, hasta el gobernador de Michoacán andaba por ahí operando con absoluta desfachatez, como si en su estado no hubiera problemas urgentes que atender.

Al final, como reza la máxima básica de la política: “lo único importante era ganar”.

Y se salieron con la suya.

8 puntos de diferencia entre primero y segundo lugar en una elección que termino siendo un choque de estructuras.

En Aguascalientes se cumplió a cabalidad lo que ya se vaticinaba.

El rechazo contundente, casi mayoritario, que los habitantes de ese lugar mostraron a López Obrador y su 4T, se reflejó claramente en las urnas.

No había nada que hacer.

Más de 19 puntos no dejan lugar a dudas.

Durango fue la sorpresa, pero también tiene que ver con el presidente.

Ahí se vio con toda contundencia el fenómeno del “voto orgánico”.

Ese que es imposible que reflejen las encuestas y que proviene de ciudadanos auténticos que no forman parte de ninguna estructura o nivel de gobierno y que, sin ningún interés económico de por medio, salieron espontáneamente a expresar su repudio al grupo político que gobierna el país.

No le busquen.

El triunfo del candidato priista por más de 14% es clarísimo.

Aunque jamás lo reconocerán en público, porque la autocrítica no es lo suyo, la verdad es que la oposición nacional sufrió otra derrota política monumental el domingo pasado.

Y llegarán muy disminuidos a las elecciones del 23 y prácticamente derrotados a la  del 24.

Si tuvieran un poco de decoro, Marko Cortés y Alito Moreno tendrían que irse de manera voluntaria, sin que la militancia tenga que echarlos a patadas, algo que seguramente ocurrirá muy pronto.

Estos auténticos príncipes de las derrotas son ya un lastre para una alianza opositora a la que le urge reinventarse una vez que el fenómeno López Obrador pierda fuerza.

Un proceso de renovación a fondo, una cirugía mayor si pretenden ser opción una vez que pierdan, otra vez, la presidencia de la República.

 

 

 

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