Por Valentín Varillas
La inauguración del nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles es la primera parte de una ambiciosa estrategia de reposicionamiento y fortalecimiento de la figura presidencial, de cara a la elección del 2024.
Para nadie es un secreto que López Obrador es el único y verdadero activo que tiene Morena, como producto electoral, y se intenta que juegue a favor del candidato que él mismo seleccione para sucederlo en Palacio Nacional.
El ejercicio, sin duda, fue todo un éxito de acuerdo a lo que se pretendía lograr.
Una puesta en escena que se siguió al pie de la letra para meter a la opinión pública y publicada al terreno en donde el jefe del ejecutivo nacional se mueve como pez en el agua: el de la confrontación.
Nada fue casual.
El guión diseñado de manera personal por el propio AMLO tenía como fin el desviar el fondo para privilegiar la forma.
Tal y como lo ha hecho desde el primer día de su gobierno.
La forma en la que se llevó a cabo la “fiesta popular”, que sirvió como marco a la inauguración, los bailes, la presencia de vendedores ambulantes y hasta la famosa “señora de las Tlayudas”, cumplieron su objetivo.
Convertirse en el centro del debate, dejando a un lado los verdaderos asuntos prioritarios que tienen que ver con la nueva central aérea.
De entrada, el hecho de que se inaugure sin estar terminada, algo característico de gobiernos anteriores que fue muy criticado cuando el hoy presidente era candidato.
Zonas comerciales, el famoso hotel y otras áreas fundamentales en la operación de cualquier central aérea, están a penas a medias.
Poco espacio en redes y medios tradicionales a la falta de vías de comunicación efectivas para que los usuarios lleguen de forma rápida y eficiente al aeropuerto.
Algunas están apenas en construcción.
Otras, que hubieran sido muy efectivas, ni siquiera formaron parte del proyecto original.
Casi nadie le dio importancia a la falta de permisos de aeronavegabilidad por parte de la Organización Civil Internacional, excepto por la famosa y polémica ruta a Caracas.
Tampoco al que ni una sola de las aerolíneas norteamericanas, las del país que es nuestro principal socio comercial y del que recibimos la mayor cantidad de turistas al año, esté dispuesta a tener una sola ruta que salga del Felipe Ángeles.
Ausente del debate, la urgente necesidad de llevar a cabo una profunda reingeniería del espacio aéreo nacional para evitar que la operación simultánea del nuevo aeropuerto y la del Benito Juárez pueda ocasionar accidentes fatales con cientos de potenciales víctimas.
No, lo que más peso y difusión tuvo fueron los puestos, los llaveros, los posters del presidente, los bailes, los muñecos, las Tlayudas, la precariedad de una supuesta zona VIP y demás.
La materia prima perfecta para la manipulación discursiva, área en donde es todo un experto nuestro presidente y sus fanáticos seguidores.
Ahora, quien ose criticar la primera magna obra de la 4T, es acusado de “clasista”, “racista”, “fifí”, “conservador”, “malinchista”, “vendepatrias” y demás, cuando en realidad, ningún gobierno en ningún rincón del plantea, se atrevería a inaugurar de manera oficial una obra con las deficiencias técnicas y el avance real en la construcción del proyecto integral, que reporta el nuevo aeropuerto.
Otra vez, el presidente les ganó el debate público sobre el tema e insisto, llevó a sus opositores, por enésima vez, al terreno que mejor se le da.