Por Alejandro Mondragón
Los tiempos vaya que también han cambiado al interior de la estructura de gobierno.
Antes, los secretarios eran inamovibles hasta que se requería su servicio para tapar otra posición o escalar a otro cargo de elección popular.
Pero nada de indagar sobre sus pellizcos al presupuesto, recepción de moches, acuerdos inconfesables con contratistas, nóminas paralelas de burócratas o inclusión de amigos o queridas en las quincenas.
Es decir, en el pasado todo se movía en función del interés político, sin importar las uñas largas de los funcionarios de primer nivel, eso era peccata minuta.
Ahora las cosas han cambiado. Los secretarios están para cumplir las acciones del proyecto de gobierno, conducirse con rectitud y no confundir la gimnasia con la magnesia.
Aquellos/as que no responden a lo que se busca de la 4T han terminado por dejar el cargo. 19 secretarios han salido de la administración pública desde que Luis Miguel Barbosa es gobernador.
Y lo interesante es que una parte de ellos se le abrió carpetas de investigación por incurrir en diversas irregularidades en su paso por las secretarías a su cargo.
Muchos de ellos que llegaron con la confianza de su jefe, se fueron sin ella y además con procesos en su contra para responder ante las autoridades competentes por sus fallas.
Y como saben lo que hicieron mejor han optado por callar y asumir la remoción sin más escándalo.
En el pecado llevan la penitencia.
Está claro que la Secretaría de la Función Pública y la misma Fiscalía General del Estado se encuentran, cada una en su ámbito, en proceso de sanción que pronto se darán a conocer.
Así como se indaga el pasado, se aprende de él y no se permite que nadie incurra en malos manejos, aún sea del mismo equipo.
Cero corrupción, pues.
