Por Alejandro Mondragón
El gobernador Luis Miguel Barbosa rindió su tercer informe de labores y el fondo político de su gestión radica hoy en un hecho indiscutible:
Borró al morenovallismo de la esfera del poder con una regla básica: siguió la ruta del dinero para desmontar aquel modelo de negocios que se enraizó en la vida de los poblanos.
Paso a pasito desarmó el andamiaje jurídico y estructural que se tenía en cada reducto de la toma de decisiones.
En el plano gubernamental retiró prebendas y fijó nuevas reglas; dio un portazo a los grupos delictivos que solían llegar a arreglos para imponer la pax en Puebla.
Mantiene a raya a aquellos personajes que pretendían incidir en el quehacer político y sin la estructura del poder han quedado chimuelos.
El morenovallismo es nada en el gobierno, así como en los poderes legislativo y judicial; los órganos autónomos se han ido limpiando de ellos.
En el ámbito de la obra pública, donde obtenían jugosas ganancias tampoco participan.
El morenovallismo apostó a la desgracia personal y política del mandatario poblano, pero contrario a lo que esperaban mantiene el timón del poder.
Sus relaciones federales se han fortalecido evidentemente y los sectores, no los dirigentes que solían llevar agua a su molino, se han involucrado en el Revive Puebla para la reactivación económica.
Falta el otro tramo de tres años, pero las bases de la 4T se han puesto, claro sin estar exentos a presiones, pero el morenovallismo que lo tuvo todo, hoy ya no tiene nada.
A diferencia de ellos, Barbosa entendió que después del helicopterazo donde murieron los Moreno Valle hay que vivir al día y aprovechar el hoy, porque el mañana quién sabe si llegue.