23-11-2024 12:15:37 PM

Lalo, en la ruta de Anaya

Por Valentín Varillas

 

Una cosa tenía muy clara Ricardo Anaya, en su búsqueda por la candidatura presidencial de Acción Nacional en la coyuntura electoral del 2018: para lograr su objetivo, tenía que hacerse del control de los órganos más importantes en la toma de decisiones del partido.

Aunque repartió posiciones y simuló respetar compromisos con otros grupos, contra viento y marea supo hacerse de las riendas de las riendas del PAN.

Y nunca las soltó, a pesar de los pesares.

Y estos pesares no eran poca cosa.

De entrada, Moreno Valle y sus infiltrados, intentando sabotear cualquier decisión y estrategia que pudiera tener como consecuencia que subieran los bonos políticos del queretano.

Además de encabezar una auténtica vena opositora a aquella dirigencia nacional, sostenida por supuesto a través de la inversión de millonarios recursos, cuentan los que saben que el trato que Rafael le daba a Anaya era por decir lo menos, vergonzoso.

Como si el verdadero mandamás blanquiazul fuera el gobernador poblano.

Varios fueron los desencuentros, atestiguados en su momento por un número importante de testigos.

Ricardo nunca se enganchó.

Soportó los agravios y paralelamente, sin prisa pero sin pausa, fue desactivando y quitándoles poder, a los alfiles de RMV.

Pero también había que lidiar con lo que quedaba del grupo del ex presidente Calderón en el partido.

Margarita Zavala, sabiendo que internamente se encontraba muy debilitada, optó por una estrategia de descalificación permanente, tanto a las decisiones que se tomaban a nivel institucional, como a Anaya en lo personal.

Llegó a comparar los métodos y formas del blanquiazul con los que llevan a cabo las organizaciones delictivas que operan en el país.

“Mafioso”-fue el calificativo más modesto que le dedicó al entonces presidente de CEN.

Anaya, con todo y eso, hizo lo que quiso con el calderonismo, convirtiendo en añicos las aspiraciones de la ex primera dama.

Fue tan contundente que no solo despedazó su sueño presidencial, sino que la obligó a renunciar al blanquiazul.

Al final, Ricardo Anaya tuvo siempre muy claro que con el manejo absoluto del PAN, no había quien pudiera quitarle la candidatura presidencial.

Todo parece indicar que así lo entiende también Lalo Rivera.

Si bien él no será oficialmente hablando el presidente del Comité Directivo Estatal de Acción Nacional, tendrá en Marcos Castro, la auténtica mano que mece la cuna, a un auténtico incondicional.

Para el presidente municipal de Puebla era tan importante que ganara la fórmula previamente palomeada por él, que se metió de lleno a operar a su favor.

Se le veía alegremente, en pleno uso de sus derechos políticos, participando alegremente en los actos de campaña y en los eventos de apoyo de la planilla opositora a Genoveva Huerta.

Su apoyo al final resultó fundamental inclusive antes de la aplastante victoria en las urnas.

En el reacomodo de grupos al interior del partido, el morenovallismo se quedó sin liderazgos capaces de ganar elecciones.

No hubo perfiles que pudieran cumplir, ni medianamente, con los criterios de rentabilidad electoral necesarios para arrebatarle a Morena la capital.

Ya como edil, su influencia entre la militancia panista fue mucho mayor, lo que seguramente influyó de manera directa en la decisión de cómo y por quiénes votar.

Como Ricardo Anaya, Lalo ya tiene el primer requisito para aspirar seriamente a la gubernatura en el 2024, pero debe ser lo suficientemente astuto y cuidadoso, para no compartir destino con el malogrado candidato presidencial.

A ver si le alcanza.

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