Por Alejandro Mondragón
De la preocupación por su estado de salud (12 de febrero 2021) al reconocimiento por haber actuado inmediatamente, antes que la Federación ante la desgracia del huracán Grace (3 de octubre 2021) pasó el presidente Andrés Manuel López Obrador en el trato con el gobernador Luis Miguel Barbosa.
La última gira presidencial dejó varias lecturas.
López Obrador focalizó las protestas en Huauchinango como parte del enojo de Antorcha Campesina, porque ya no recibe como organización los apoyos de los programas de emergencia.
Y ello le dio el pretexto para anunciar en Apizaco, Tlaxcala, donde también hubo inconformidades, el regreso de AMLO, el candidato, quién tomará las plazas públicas.
En la reunión del gabinete de seguridad, acordó con Barbosa que la lucha contra el huachicol será frontal y dejó en manos del poblano las acciones contra las bandas que habían hecho del Triángulo Rojo una zona de impunidad con el respaldo político de autoridades.
Fue la gira del presidente López Obrador con Barbosa, a quien le dio todo el espacio, sin presencia de otros personajes que acostumbraban estar para ensanchar la brecha entre mandatarios.
Supo López Obrador que los problemas estructurales para aterrizar sus programas federales con la población están en su equipo.
La superdelegación de Bienestar es inoperante y ajena a lo que quiere, al grado que los propios secretarios de su gabinete atendieron a los quejosos.
Ya le había contado que la relación entre Barbosa y López Obrador entraban en otra dinámica, que la comunicación fluiría y la crisis de las vacunas se resolvería.
El presidente ha resuelto dejar en manos de los gobernadores buena parte de la operación de la Cuarta Transformación, rumbo al 2024.
Con todo lo que ello implica.
