Por Valentín Varillas
Sucedió durante el funeral de los Moreno Valle, aquel 25 de diciembre del 2018.
Olga Sánchez Cordero asistió en representación del presidente López Obrador, en su carácter de Secretaria de Gobernación federal.
Era un asunto básico de cortesía política, de buenas maneras.
Imposible que no existiera la presencia de alguien de altísimo nivel en el gobierno federal en la ceremonia fúnebre de una gobernadora y un senador de la República.
Sin embargo, sin querer queriendo, la titular de la Segob, con su actuar, convirtió el acto en un asunto político.
Conmovida por los acontecimientos y con el antecedente de llevar una magnífica relación de amistad con Rafael Moreno Valle Suárez, padre del malogrado exgobernador, Sánchez Cordero mandó un mensaje erróneo en términos de la coyuntura política que vivía el estado en ese momento.
Algo completamente ajeno a la lectura que se tenía en Palacio Nacional sobre lo que debería de seguir en el proceso de elección de un gobernador interino para Puebla.
La funcionaria, al margen de la encomienda que le dio AMLO, dio garantías al morenovallismo de que generaría las condiciones necesarias para que llevaran mano en la designación.
Que fuera uno de ellos quien ocupara la gubernatura mientras se convocaba a una elección extraordinaria.
Nada que ver con la visión política de su jefe, ni con el estilo, usos y costumbres al momento de gobernar.
López Obrador fue un convencido de que en Puebla se llevó a cabo uno de los más escandalosos fraudes electorales en la historia moderna del país.
Y bajo esa lógica, actuó y declaró.
Era imposible que rindiera la plaza, al dejarle el camino libre al entonces grupo hegemónico en Puebla para perpetuarse en el poder.
Mucho menos con un congreso estatal de amplia mayoría morenista.
Un auténtico suicidio político que no se concretó, a pesar del errático comportamiento de Sánchez Cordero.
Pocos minutos después de la promesa, el discurso beligerante de Luis Banck y el comportamiento de los asistentes que a gritos pedían “justicia”, dando a entender que la muerte de los Moreno Valle no había sido producto de un accidente, selló el futuro político de Puebla para los próximos años.
Olga falló de manera penosa en una de los primeros encargos que le dio el presidente López Obrador, en donde no tenía que haber dicho ni prometido nada.
Se trataba, simplemente de hacer acto de presencia.
En ese momento era imposible saberlo, pero bajo esa tónica se llevaron las riendas de la que ha sido tal vez la Secretaría de Gobernación más gris, tibia, ineficiente e inoperante de los últimos sexenios.